MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Por supuesto nadie puede estar en contra de participar en una consulta cuyo objetivo sea lograr el consenso ciudadano respecto de una propuesta de interés general. Finalmente es el principio democrático.
Pero, cuando se convoca a un núcleo social para preguntarle (consultarlo) si está o no de acuerdo con un acto de gobierno anunciado y aprobado por quien está en vías de asumir el poder público desde el máximo cargo de elección popular, entonces carece de valor para determinar si procede o no la construcción o desarrollo de una obra o programa de interés nacional.
En consecuencia, huelga la consulta y más cuando no es de cobertura nacional, aunque así se le anuncie, porque aunque la repuesta fuese negativa no tiene valor alguno, vaya, no tiene ningún carácter legal que impida al convocante frenar una obra.
Así, es una tomadura de pelo esta consulta de supuesta cobertura nacional, convocada por el electo licenciado Andrés Manuel López Obrador y aplaudida rabiosamente por sus simpatizantes y colaboradores, porque estar o no de acuerdo con los denominados “10 Programas Prioritarios” solo tiene valor enunciativo.
Dice el electo que hay cien columnas que se publican en los diarios impresos en la capital del país y 90 de ellos están en su contra, son sus críticos. Quién sabe de dónde sacó esa cifra, pero de lo que declaró la noche del lunes en el programa del Canal de las Estrellas, estaríamos en la certidumbre de que hay una inmensa mayoría de opinadores conservadores contrarios a sus ideas y dichos.
Lo cierto es que hay una interesante batería de simpatizantes del licenciado López Obrador que aplaude sus puntadas y voluntarismos y descalifica a los vecinos de enfrente, a quienes en eco a esa constante del electo nos llaman “chayoteros”, empleados de los dueños del capital o a sueldo de los conservadores, fifí, golpistas y etcétera y etcétera, porque simplemente no militamos en esos estancos morenos ni somos aplaudidores del rollo fácil y menos de los desplantes populistas.
Es entendible la discrepancia, el desacuerdo, pensar diferente, porque así es esto de la comunicación y los tiempos de la democracia que vivimos desde hace rato, con todo y sus bemoles porque, contra quienes aseguran que la democracia se llama Andrés Manuel y se apellida Morena, de no haber existido entonces cómo diablos es que el electo ganó los comicios federales y en el Congreso de la Unión están personajes que en tiempos no muy lejanos negociaron como perredistas, priistas, panistas y de otras siglas para hoy asumirse morenistas.
Lo que no es entendible ni aceptable es que, con ese ánimo de quienes creen haber inventado al hilo negro, desprecian al sentido común del ciudadano y ahora pretenden acordar un programa y luego preguntar si gusta o no. Mario Delgado, coordinador de los diputados federales de Morena asume con esa impudicia legislativa que después de la reforma al 35 constitucional, entonces sí las consultas serán legales, es decir, la aplicada al NAIM es ilegal y por tanto combatible en tribunales vía recurso de amparo, e incluso un juicio administrativo con suficientes elementos para ganarlo contra la administración lopezobradorista.
Pero, vaya, dice López Obrador que es importante esta segunda consulta y, despectivo, refiere que él si la entiende, que nos quedamos con la democracia representativa y la sociedad quiere la participativa. Bueno.
Sostiene que es un asunto de principios y que la consulta se hizo en el caso del Nuevo Aeropuerto Internacional de México porque era un asunto complejo y darle continuidad a un programa con intereses y también con oposición de muchos por sospechas de corrupción, porque era una obra faraónica para beneficio de empresas contratistas y que se estaba afectando al Lago de Texcoco.
“La política es optar entre inconvenientes. Por eso optamos por esta consulta”, puntualiza el electo.
–¿Una cosa es que usted tenga la autoridad moral?, pero por qué así la consulta, le preguntaron en el programa Tercer Grado.
–Por cuestiones de tiempo –respondió–. Si esperábamos, teníamos que hacer la consulta como lo establece el artículo 35 de la Constitución y nos iba a llevar seis meses y eso significaba darle más tiempo a inversiones en proceso y no tomar la decisión a tiempo. Una de las trampas a aplicar, las que estaban a favor, fue que trataron de blindar la obra otorgando un mes antes una fibra o promoviendo la venta de acciones, para que fuese una camisa de fuerza y no pudiésemos hacer nada.
“Y otras cosas de antes.
“Ahora ya puedo hablar porque la gente decidió. Ahora sí puedo decir que para sostener la obra del Lago de Texcoco, prácticamente cerraron el aeropuerto de Toluca, ara saturar al actual aeropuerto (de la ciudad de México). El de Toluca tiene capacidad para ocho millones. Decidimos que era el momento”.
Pero, vaya, lanzó la piedra y no identificó a responsables pero, dice que en esta consulta a celebrarse el próximo fin de semana no habrá fraude.
Se defendió de la consulta relacionada con el NAIM, reiteró que “nunca hemos hecho un fraude electoral”; refirió que se presentaron errores pero acusó que “se magnificaron por quienes tienen una postura contraria”. O sea, los fifís.
¿Consulta nacional o simulación? Bueno, bueno. El electo rechaza que vaya a ser una simulación, asegura que es reafirmación de programas y sostiene que “es una consulta muy importante” y le interesa que se dé a conocer lo que pregunta en esos diez puntos, que no hay tiempo.
“Queremos que la gente se entere, se informe, se tenga elementos para que participe. Se nos metió el tiempo porque queremos hacerla antes del 1 de diciembre y luego vamos a reformar el artículo 35 de la constitución para que se facilite el ejercicio de la consulta, porque ahora hay muchos candados, muchos requisitos. Vamos a quitar obstáculos y que sean vinculatorias”. ¿Entonces?
Dijo que se tienen todos los anteproyectos de esos diez “programas prioritarios”; además, informó, están considerados en el Presupuesto de Egresos de la Federación de 2019, son recursos que al Congreso corresponde autorizar “pero ya están”. ¿Entonces para qué la consulta si ya se decidió? Digo.
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