A lo largo de la historia militar se dan incontables referencias de estrategias para sembrar el caos, la confusión, engañar y desmoralizar a los oponentes. Es lo que se conoce como un ardid de guerra, hechos de destreza para conseguir ventaja sobre el enemigo.
Los ejemplos son incontables y tan antiguos que incluso se remontan al enorme caballo de madera que se usó como artilugio para dar fin a la guerra de Troya, el enfrentamiento más conocido de la antigüedad. La historia militar de México, da cuenta de muchos actos de astucia que bien, como ya se mencionó han proporcionado ventaja en el campo de batalla o bien permitido a fuerzas salir de situaciones comprometidas durante un enfrentamiento.
Podemos referirnos a Hernán Cortés durante la Batalla de Otumba, el conquistador derrotado por las tropas mexicas de Cuitlahuac durante la “Noche Triste” el 30 de junio de 1520, marchó con sus huestes de europeos y aliados, heridos, diezmados y desmoralizados hacia Tlaxcala para refugiarse y curar sus heridas. Los mexicas formaron tras la victoria una importante fuerza para dar caza a los conquistadores y asestarles la estocada final, esta fuerza era liderada por Matlatzincátzin, el “Cihuacoatl” que significaba jefe los ejércitos.
Las tropas del Cihuacoatl dieron al fin alcance a sus enemigos el 7 de julio de 1520 en las llanuras de Otumba, el jefe mexica ordenó rodear a los españoles y aliados desatandose un furioso combate, en medio de la línea mexica destacaba el orgulloso Cihuacoatl con su estandarte y un imponente tocado de plumas, en eso Cortés ordenó abatirlo y capturar el estandarte, al lograrlo, los fieros guerreros mexicas se desconcertaron al ver caer a su comandante y perder el estandarte, desmoralizados abandonaron el campo de batalla consumándose así la victoria española.
Entre 1891 y 1892, se dio en la sierra de Chihuahua, la Rebelión de Tomochic, los habitantes de este pequeño poblado, se levantaron en armas ante los abusos de autoridades, de caciques locales y por su intento por adoptar una santa local como patrona del pueblo, la respuesta del centro fue enviar a tropas federales a combatirlos. En un principio los rebeldes que eran excelentes tiradores, frenaron en dos ocasiones a las tropas del ejército, ante la vergüenza del fracaso, el gobierno reforzó el contingente y las tropas federales arrasaron la localidad.
El escritor y periodista Heriberto Frías, fue en ese tiempo militar y participó en la campaña, plasmando la historia de manera magistral en su novela “Tomochic” ahí narró que una de las estrategias de los tiradores rebeldes en sus éxitos iniciales, consistió precisamente en usar su extraordinaria puntería para hacer fuego sobre los oficiales y jefes federales primero que sobre las bisoñas tropas de leva, quienes al verse sin sus mandos no supieron cómo reaccionar.
El ardid de guerra por excelencia en nuestra historia, lo representa sin duda la muerte de Emiliano Zapata el 10 de abril de 1919, cuando Guajardo y los oficiales del 50 Regimiento de Caballería logran atraer al Caudillo a la Hacienda de Chinameca y lo abaten. Los tiradores fueron oficiales escogidos uniformados como los soldados que supuestamente debían rendir los honores de ordenanza al General Zapata.
Recientemente, México se ha enlutado con la perdida de tres jefes, el Coronel Grimaldo Muñoz, comandante del 16 Regimiento de Caballería con asiento en Nuevo Laredo secuestrado por delincuentes, el Coronel Moreno Guzmán comandante del 43 Batallón de Infantería de Tepic emboscado durante las jornadas alrededor de la captura de Ovidio Guzmán y hace un par de días en Michoacán también fue emboscado el Coronel Vargas Carrillo comandante del 65 Batallón de Infantería. En el Ejército Mexicano, los coroneles representan el rango más alto en la jerarquía de “jefes” y son quienes mandan batallones y regimientos.
Son hombres que llevan no solo la responsabilidad de unidades que rondan los 600 efectivos sino también una fuerte carga operativa pues suelen estar al frente de sus tropas en las operaciones, para ser coronel hay que haber cumplido al menos 25 años en el ejército, tener don de mando, ser decididos, aunado a una intensa instrucción que no se limita a cuestiones tácticas sino también a la formación en cursos de mando, en la Escuela Superior de Guerra , comisiones en el extranjero y por supuesto a ser hijos del Heroico Colegio Militar, una de nuestras más entrañables instituciones y que este año precisamente conmemora el bicentenario de su fundación. Los coroneles también son en estos tiempos, lideres morales y actores sociales en las comunidades donde están ubicadas sus respectivas unidades.
Siempre es doloroso saber de un militar de cualquier rango caído en el cumplimiento del deber o de actos de servicio. En una carrera como la de las armas y en estos tiempos convulsos donde el México bronco está presente al igual que en otros momentos de nuestra historia, a la satisfacciones y virtudes militares, también las acompañan el riesgo de un accidente, de una agresión armada o incluso de la injusticia de decisiones políticas que pueden afectar una impecable hoja de servicios de décadas de trayectoria.
Es evidente que los criminales están buscando adoptar tácticas guerrilleras para intentar desmoralizar a las Fuerzas Armadas y a la sociedad en general, sin embargo estás tácticas no se deben considerar un ardid de guerra, pues los criminales jamás serán considerados beligerantes, no solo por la naturaleza de sus actividades, sino también tomando en consideración lo que me compartió hace tiempo un distinguido militar, hombre de enorme preparación y cultura al aseverar que a los criminales no se les puede dar el estatus de beligerantes no solo por principios morales sino por las implicaciones jurídicas, incluso de carácter internacional que eso puede representar.
Estos lamentables acontecimientos, representan una llamada de alerta, el ejército está sometido a una presión constante y a un lógico desgaste al estar en operaciones de manera permanente, ya sean de labor social, de auxilio a la población civil y de combate al crimen en todas sus expresiones. Sin embargo, ellos han sido formados para sortear estas tormentas, doscientos años de vida independiente no los han doblado y esta no será la excepción. La sangre de tres coroneles es un precio alto, aquí es donde es oportuno recordar las últimas palabras de Felipe Ángeles antes de ser fusilado: “…La sangre de los mártires fecundiza las buenas causas”.