Metrópoli
POR: FRANCISCO L. CARRANCO
Literalmente eso fue lo que pasó en el último show de Luis R. Conriquez y sus músicos que se negaron a cantar ese género musical que incluye, según las autoridades, apología del delito y que, recientemente, fue prohibido tocar y cantar en cualquier lugar público ante la cólera e ira de público asistente.
Trascendió que a medida que aumentaba el gusto y la euforia de los asistentes por la interpretación del cantante y compositor de música norteña mexicana, también crecía la exigencia al grupo para que entrara en el terreno del narcocorrido.
Conriquez, aparentemente controlaba el espectáculo, sin embargo, el público aumentaba la presión para que el artista cantara los corridos, con las historias bélicas, que han pasado a formar parte importante de la catarsis social, obviamente, exaltando la violencia que México vive y que se visibiliza, a través de las canciones, creando un ambiente propicio para fomentar la cultura criminal con una equivocada identidad en los adeptos a ese género musical.
La catalogada música norteña, reconocida como símbolo cultural de muchas comunidades del norte del país, es un género musical popular en México, las letras de las canciones a menudo abordan temas de amor, desamor, la vida en el campo, la cultura fronteriza y la vida cotidiana, pero también la migración y tráfico de estupefacientes.
Este última temática se ha convertido en una falsa expresión de identidad, arraigo y narrativa popular que, para el público, los hechos delictivos han acentuado raíces y las historias que se cuentan, en la narrativa musical, acentúa las experiencias, aspiraciones y realidades de la audiencia, aunque sean idealizadas vulnerando a la ley y las autoridades.
Varios analistas sociales, coinciden en que las historias cantadas en un tono crudo y directo de las aventuras de los protagonistas, ofrecen una vía para liberar tensiones, ya que hablan de poder, resistencia, desafío contra lo establecido, que bien pudiera ser, especialmente, el atractivo para la euforia del público que corea y acompaña con su canto a los intérpretes.
Pero, lamentablemente, al negarse Luis R. Conriquez, a cantar corridos el cantautor frustró esa catarsis, lo que pudiera haber generado una sensación de engaño para público que pagó esperando esa experiencia emocional de reto y antagonismo a las autoridades.
La popularidad del grupo musical no fue suficiente para reducir la presión, Conriquez, supuso que compartiendo las nuevas disposiciones del gobierno sobre el género musical y el contenido de las canciones sería suficiente para que sus seguidores comprendieran la nueva visión del estado sobre los espectáculos de banda y los corridos, con la restricción de los eventos y, que los que no acaten las disposiciones, serán objeto de multas y sanciones.
En ese punto se rompió el diálogo y, los cientos de seguidores y admiradores, otrora fans del cantante, arremetieron, de la agresión verbal a la agresión física.
Los asistentes empezaron por aventar vasos al redondel del palenque y, luego, otros objetos, todo lo que tenían a la mano y de repente, los fans convertidos en muchedumbre, invadieron violentamente el escenario intentando agredir a los artistas que, emprendieron la huida a gran velocidad, quedando literalmente CORRIDOS, entonces, atacaron con furia a los instrumentos musicales, despedazandolos con tanta furia y violencia hasta dejarlos TUMBADOS por todo el palenque.
Suburbio 1
La violencia en Texcoco refleja la frustración acumulada por expectativas no cumplidas, tensiones culturales y el impacto de políticas que buscan regular la narrativa musical.