Joel Hernández Santiago
La corrupción política es un tema permanente en México. Lo ha sido durante siglos, pero hay momentos -digamos- de lucidez, por los que se ha querido erradicar esta enfermedad crónica del cuerpo político nacional.
El historiador Luis González y González atribuía como uno de los orígenes de la corrupción en México, a que los pagos en efectivo, de forma directa, a los gobernantes o empleados de gobierno tiene su origen en la etapa colonial, cuando la administración virreinal no tenía organizada una recaudación fiscal y por cobro de servicios eficiente y estructurada en provincias y comarcas lejanas.
Los servicios como registros de nacimientos, defunciones, o permisos de distinta índole se pagaban al funcionario encargado y autorizado. Era también una forma de pagar su sueldo porque el gobierno virreinal no tenía forma de hacerlo por razones de tiempo y distancia.
Pero, bueno, es el tema de la corrupción hoy mismo, tan dañina como corrosiva y siempre presente en la administración pública.
Eso de combatir la corrupción surge del gobierno mismo. Por ejemplo, durante el gobierno de Miguel de la Madrid (1982-1988) se diseñó una política denominada “Renovación Moral” para combatir la corrupción en la administración pública y entre la sociedad en general, exigiendo honestidad, rectitud y apego a la ley a los funcionarios públicos y ciudadanos.
Buscaba restaurar la confianza en las instituciones mediante el ejemplo de los servidores públicos y la participación ciudadana en la exigencia de conductas éticas. Si. Pero no. Fracasó. La famosa terca realidad pudo más frente a cualquier intento por recuperar la respetabilidad y la honorabilidad.
En el año 2000 llegaron los gobiernos de la alternancia. El Partido Acción Nacional, durante dos sexenios prometió lo mismo: “Erradicar la corrupción es nuestra tarea inmediata”, dijo Vicente Fox apenas llegar al gobierno en el año 2000. Pero nada, que al final de su mandato se exhibió a gente de gobierno o, familiares cercanos al matrimonio Fox, de estar metidos en asuntos de corrupción.
Con Felipe Calderón, panista, hubo corrupción, aunque no se notó tanto porque el gobierno estaba ocupado haciendo la guerra al crimen organizado y narcotráfico que ya por entonces estaban sacudiendo a gran parte del país y que no daban tregua, muy particularmente en la Tierra Caliente michoacana, estado en el que nació el entonces presidente.
Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto -intocable desde el sexenio pasado- hubo corrupción como confetis en feria. Por todos lados había. Muchos metieron la mano en las arcas o abusaron de su poder en cualquier ámbito.
Lo de la famosa Casa Blanca quedó en el limbo y, por supuesto mucho más. Corrupción incluso en los más altos niveles de gobierno, pero sobre todo ocurrió aquella famosa “Estafa Maestra”, así
llamada una investigación periodística hecha por el portal de noticias “Animal Político” en asociación con la organización de la sociedad civil “Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad”.
Fue publicada el 5 de septiembre de 2017 y exhibió un sistema de 128 empresas fantasma a través de las cuales el Gobierno Federal Mexicano se presumió que había desviado más de 400 millones de dólares a través de una red de desvíos de dinero que involucró a 11 dependencias del Estado, ocho universidades públicas, diversas empresas privadas y más de 50 servidores públicos de distintos niveles de gobierno. Un verdadero escándalo entonces.
Por todo esto, los mexicanos escucharon atentos la arenga reiterada del candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, quien juraba y requetejuraba que durante su gobierno la corrupción sería erradicada de raíz y nunca más volvería a aparecer. Lo dijo cientos de veces.
Pero nada que, para sorpresa de todos, durante su gestión -ahora se sabe- la corrupción gubernamental en todos los niveles se incrementó de forma estratosférica. Por un lado se mantenía el discurso oficial de que ya no había corrupción, pero esa corrupción estaba ahí, más viva que nunca.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional. Durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la percepción de la corrupción en México se estancó e incluso empeoró de 2020 en adelante. Ocupando los últimos rangos de corrupción, como uno de los países más corruptos del orbe.
Políticos enriquecidos de la noche a la mañana. Sistema de contratos a amigos cuyos “moches” estaban a la vista; entrega de sobres-vivientes para apoyar a familiares de poderosos y para apoyar campañas; el crimen organizado se hizo y se hace de poder pagando a funcionarios públicos a su servicio e incluso ocupando ellos mismos posiciones de gobierno.
Funcionarios que usan sus posiciones para obtener beneficios directos y darse una vida muy lejana a la austeridad que se pregona. La presidente Claudia Sheinbaum al conocer este grado de corrosión insiste en que su “Movimiento tiene como sustento la austeridad y la no corrupción”. Pocos o casi nadie le hace caso.
Hoy no hay un solo día en el que no se conozcan actos de corrupción, como el “Huachicol fiscal”, tanto o más grave que la famosa “Estafa Maestra”; funcionarios asociados con crimen organizado; funcionarios que representan al crimen organizado… corrupción-corrupción-corrupción.
Negar que exista esa enorme corrupción no soluciona el problema. Reconocerlo y enfrentarlo y luchar para anularlo es tarea de gobierno. Pero parece ser que es en el mismo gobierno en donde está la cabeza de la Hidra, la que ahora tiene miles de cabezas.
¿Estamos condenados los mexicanos a vivir en esa corrupción, con todo y su impunidad?




