* Y todos esos titanes del capital -antes de verse convertidos en administradores de los poderes fácticos- que se hicieron de la vista gorda cuando un hombre de poder, un presidente constitucional o algún otro que pudiera solucionarles la vida, repasó a sus esposas o a alguna de sus hijas
Gregorio Ortega Molina
Pervirtieron el combate a la corrupción al simplificarlo, reducirlo y dirigirlo exclusivamente a los corruptos, para dejar de lado a los corruptores, origen del endémico mal social, cultural, político y económico que afecta todo propósito de buena relación entre gobierno y sociedad sustentada en la confianza.
Este es un tema como el del huevo y la gallina. ¿Qué fue primero, el corruptor o el corrupto? Se olvidan de sancionar con ejemplaridad todas esas pequeñas coimas que facilitan el movimiento de la administración, pública y privada, porque en ambos lados del mostrador se cuecen habas, o me van a decir que lagrimear ante las autoridades hacendarias para lograr devoluciones de IVA, condonaciones de impuestos o créditos fiscales, es diferente de esa corrupción que ellos critican, pero que les llena los bolsillos con mucho más dinero del que reparten a manos llenas, a través de fingidos créditos para entregar casas u otros bienes como cohecho.
Y todos esos titanes del capital -antes de verse convertidos en administradores de los poderes fácticos- que se hicieron de la vista gorda cuando un hombre de poder, un presidente constitucional o algún otro que pudiera solucionarles la vida, repasó a sus esposas o a alguna de sus hijas.
Insisto, reducir las leyes y el combate a la corrupción únicamente en contra de los corruptos, es quedarse en el cambio de manos del dinero al recibir beneficios y favores, pero como en la lucha contra el consumo de estupefacientes, los drogadictos son incapaces de ver cuántas vidas costó que esa dosis de la que depende su fugaz felicidad llegara a su nariz, o sus venas, para calmarle las ansias.
Atrás de los corruptos se solazan los corruptores con sus trapacerías, seguros y felices de pasar desapercibidos por comportarse como sepulcros cuidadosamente blanqueados.
La única manera de combatir el fenómeno de la corrupción es equiparar las penas para corruptores y corruptos, buscar la manera de que la revocación de mandato y la cárcel destinada a los funcionarios públicos, encuentre su equivalente para aquellos que atesoran los recursos fiscales que se las ingenian para no enterar, a para esos que la coima siempre está en la punta de sus dedos para solucionarles problemas, o se muestran ciegos a las supuestas veleidades de las mujeres de su hogar.
Que no lloren muchos empresarios por lo que les cuesta la corrupción, ellos son los corruptores, al menos por no denunciarla en su lugar y su momento.