Claudia Rodríguez
Apenas habían transcurrido los primeros seis meses del actual Gobierno federal, y ya se advertía el raquítico crecimiento de la economía nacional, que a la vez empujaba el vaivén del látigo castigador para con casi todas las actividades productivas y de comercio, y por ende, en el empleo. Tampoco se observaron visos de que la estrategia de seguridad con la Guardia Nacional por delante marcara una incidencia en positivo para aliviar la desgracia de la nación, envuelta en un velo espeso de sangre.
No pueden quedarse de lado para remarcar, la incertidumbre de empresarios e inversionistas, la crisis de abasto de medicinas y muy importante, la debilidad para aplicar el Estado de Derecho, bajo la única argumentación y aplicación válida, que es la ley.
Sobra señalar cuáles los avances en razón de las promesas de campaña de Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente de México para su primer año de trabajo, con base en lo que señalan hacer y dejar de hacer, la misma Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las normas de la misma Administración Pública para con los gobernados.
De cumplirse la ley, sin más adorno: no habría pobreza ni hambre en México, ni desempleados, ni trabajadores mal pagados, ni violentados en sus derechos fundamentales como el del goce de una pensión, ni campesinos sin tierras que cultivar; tampoco existirían niños armados con palos y rifles, y sí, con libros, juguetes y un futuro alentador.
Si la ley no fuera letra muerta en muchos sentidos –y dejara de amordazarse a billetazos–, se reduciría la tasa de culpables liberados y de inocentes encerrados.
Pero México y los mexicanos parece que cargamos con la maldición de la corrupción y de la ineficiencia a cuestas. No hay nada que visibilice una sólida de despeje para crecer en positivo. Sin dinero no hay más que seguir con la práctica gana tiempo, de “jalar la cobija” hacia un lado o el otro, de las grandes y muy diversas necesidades nacionales.
Para rematar, una crisis nacional de abasto de medicamentos con una epidemia respiratoria de dimensiones agudas que se nos avecina.
Hay veces que sí dan ganas de bajarse del tren México. ¿A poco no?
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