La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
En virtud de que como México no hay dos, no la tenemos que chutar solitos
Al menos desde los años ochenta (definidos por la CEPAL como la década perdida), las palabras crisis y austeridad, se convirtieron en un referente cotidiano para los mexicanos.
Con sus mínimas excepciones, los últimos cuarenta años hemos ido en picada: las oportunidades para el desarrollo personal y social se cerraron y en consecuencia, aumentaron el número de personas (y las que faltan), en pobreza y pobreza extrema.
Además, una reducida cantidad de familias, siguen incrementando sus fortunas en forma ofensiva, a lo que se añade una cauda de políticos corruptos y desclasados, que han saqueado la Hacienda Pública y endeudado a la nación.
Hoy vivimos una segunda alternancia (la primera fracasó), definida por su líder como la Cuarta Transformación, pero a casi dos años de su gestión, no se ve la luz al final del túnel y los pronósticos no son muy halagüeños. Veremos en que termina.
Por si lo anterior no fuera poco, la pandemia de COVID19 ha golpeado a México en forma prominente: nos dirigimos a ser el tercer país (atrás de Estados Unidos y Brasil), con más contagios y defunciones, sobre el asunto, con el tiempo se deslindarán responsabilidades.
Aunque el fenómeno no fue en exclusiva, percibimos que hay una suerte de destino trágico que aparte de la crisis, nos receta otro severo castigo, como si la máxima porfirista se convirtiera en maldición multi generacional. Parafraseando a la doña: aquí nos tocó gemir.