La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Como en Twitter, somos una línea de tiempo poseída por el espíritu de Babel
Una de las características de la democracia, es el derecho a disentir, sin embargo, esto es resultado de un proceso cultural, en que debemos estar dispuestos a aceptar la diferencia.
En este contexto, hemos visto que el debate de las ideas se ha convertido en una arena en la que, ante la falta de consensos, lo que se busca es la eliminación ideológica del adversario, con la intención de imponer un pensamiento único.
Así pues, el planteamiento se concreta en una cuestión: estás conmigo o estás contra mí.
Esta circunstancia, entrampa la posibilidad de que el país pueda superar sus problemas más acuciantes, por una sencilla razón: los de enfrente, los otros, harán lo que esté a su alcance, para que todo proyecto de política pública fracase.
El fenómeno no es nuevo, de hecho, se acentuó desde 1997, cuando el PRI perdió la hegemonía que lo llevó a convertirse, durante siete décadas, en una ‘dictadura perfecta’.
Más de veinte años, hemos navegado en un ambiente de crispación que no coadyuva a la construcción de una voluntad mayoritaria, que trabaje en pro de la justicia social.
Cada año, se agregan más pobres a la estadística, hay más feminicidios, aumentan las desapariciones forzadas y generaciones completas, han visto frustradas sus posibilidades de desarrollo digno, ante la falta de oportunidades.
En 2024, podrá ganar la 4T o surgir una nueva alternancia, lo cierto, es que, bajo los actuales patrones del quehacer público, seguiremos sumidos en el subdesarrollo estructural.
Ojalá, algún día, citando a Borges, tomemos la extraña resolución de ser razonables.