Javier Peñalosa Castro
Afortunadamente concluyeron las campañas políticas. En lo personal, lo que más celebro es el fin del chantaje sin fin que ejercieron, especialmente durante los últimos días previos al primero de julio, grupos de fanáticos religiosos que me hicieron recordar mi ya lejana niñez (por ahí de finales de la década de los cincuenta y principios de los sesenta), cuando quienes asistíamos al catecismo éramos aterrorizados por religiosas bienintencionadas, pero cegadas por quienes les hacían ver un contagio supuestamente inevitable del comunismo que, temían, se estaba extendiendo como una epidemia incontrolable por el mundo, y nos transmitían un miedo cerval hacia esa entelequia que las aterrorizaba, y que no sabían bien a bien en qué consistía.
En esa época, las familias “decentes” formaron el Movimiento Familiar Cristiano y, entre otras cosas, mandaron hacer calcomanías o pegatinas con la leyenda “Cristianismo sí; comunismo no”, con un bello símbolo digno de mejor causa (el ictus, o pez que simbolizaba a los primeros cristianos), que colocaban en la defensa de sus automóviles o en la puerta de sus casas, un poco para exorcizar el demonio que veían en la igualdad pregonada por los comunistas(sí; esa igualdad que, de acuerdo con los testimonios de la época, predicó Jesucristo).
Esta vez el petate del muerto no fue el comunismo (aunque también hubo quien quiso satanizar a Andrés Manuel López Obrador y tacharlo de comunista), sino el populismo, con el que se les llenó la boca durante semanas a, pero igual que entonces y tantas otras veces durante los últimos dos milenios, apelaron lo mismo al “Cristo Rey” de los belicosos cristeros del Bajío que a distintas y exóticas advocaciones de la Virgen, como la de Medjugorje, en Bosnia Herzegovina (mucho se cuidaron de no apelar a intercesión de la “Morenita del Tepeyac”), para rogarles que mantuvieran a raya a quien ya veían como ganador de la elección: la versión tabasqueña del demonio populista encarnado.
En vano fueron las estratagemas de los empresarios que forman parte de una verdadera minoría rapaz amenazada, y que, luego de haber sido presa de un ataque severo de nervios, recularon y ofrecieron su rendición incondicional a quien —pequeño detalle— ganó la Presidencia con más de 30 millones de votos. Es de celebrarse la prudencia de nuestro próximo gobernante; sin embargo, deberá estar alerta, porque los integrantes de esta “bolita” —al menos hasta ahora— sólo están tranquilos cuando se les conceden dádivas y privilegios, y aquello de que “arriesgan su dinero para crear empleos” no deja de ser un argumento de venta que hay que tomar con todo el escepticismo que amerita.
Mensajes de felicitación expresados en costosos espacios publicitarios de los periódicos fueron pagados por cabecillas de este grupo, como el magnate minero, carretero y del transporte Germán Larrea (a nombre propio y en el de sus n negocios) y Cemex, en tanto que otrora furibundos detractores como Claudio X. González y Alejandro Ramírez, del oscuro Consejo Mexicano de Negocios, se pusieron a las órdenes de López Obrador a través de un video que hicieron público y el propio Carlos Slim lo felicitó por medio de una carta de su puño y letra.
Sin duda, la inclusión y la reconciliación que magnánimamente ha ofrecido López Obrador a sus detractores, adversarios (y aun a sus enemigos), habla muy bien de él. Incluso, tal como lo ofreció en su momento, agradeció las felicitaciones del Chupacabras Salinas de Gortari, y de los protagonistas de la Docena Trágica, el mínimo Felipe Calderón y el payaso de las cachetadas Vicente Fox, quien en un tan indigno como inútil movimiento servil y defensivo (de su pensión) pidió perdón al tabasqueño ye hizo votos porque le callara la boca (si así es, habría que levantarle una estatua a López Obrador por ese sólo hecho).
Incluso algunos de los integrantes del cártel de Krauze al menos le han otorgado al próximo presidente el beneficio de la duda (seguramente no podía dormir por ello) aunque el más salinista (y antilopezobradorista) de las capillitas de seudointelectuales, encabezada por Aguilar Camín, su mujer y otros personajes, pretende conservar las prebendas, becas y canonjías con que los han colmado durante tres décadas.
Andrés Manuel deberá sacudirse de todos estos añejos lastres si quiere avanzar a la velocidad que tiene previsto para alcanzar el cambio verdadero.