FRANCISCO RODRÍGUEZ
Durante mucho tiempo se discutió sobre la etiología de los gobernantes mexicanos. Muchos estudiosos apostaban a favor de que se trataba de inocentes, ingenuos en el poder, cautivos de los intereses extranjeros. Otros, hablaban de indolentes, perezosos en los cargos públicos. Los menos y más acertados hablaron de inmorales.
En las tres modalidades hay grados y acepciones. La inocencia, por ejemplo, es el sustrato habitual que posibilita el dominio ideológico, las etapas de penetración colonial, las fases de asunción por parte del nativo, de las normas ajenas como pautas de perfección.
El indolente es el abúlico compulsivo. El perezoso natural, el comodino que toma la carrera política por lo que ella ofrecía para dar vuelo a sus ocurrencias y desmanes. Abusador natural del presupuesto y de los haberes públicos, utilizó el patrimonialismo para atropellar y reprimir, en aras de su vida muelle.
Pero el inmoral es el traidor por excelencia. El que no tiene medida para entregar, para anexionar sin recato alguno. El que usa su poder con el objetivo trazado desde que ingresó a él, o lo hicieron ingresar, obedeciendo ciegamente designios para explotar de una manera esquizoide y antinatural.
Hay grados y hay niveles. El caso mexicano ofrece ejemplos de los tres especímenes de supuestos políticos que se han servido con la cuchara grande, sin poner obstáculos en el triunfo de sus caprichos. Las tres modalidades han atentado contra el país, de manera inmisericorde y sin límites posibles, dado el carácter extralegal de las facultades concedidas a los poderosos en turno.
Somos un país despedazado, hecho trizas por mercenarios inconscientes
El presidencialismo abusivo que hemos padecido durante doscientos años –que se cumplen exactamente al terminar este período en el 2024– es el marco exacto de referencia, donde los menos han ejercido el mando pensando en los objetivos superiores del interés público. Sólo ha podido refrenarlos su concepto de los valores y su formación política.
Gracias a las tres modalidades del ejercicio descrito, hemos llegado a ser un país despedazado, hecho trizas por mercenarios inconscientes dedicados a socavar nuestras fuentes de identidad y de legitimidad. Escuadrones de la muerte formados por ex-militares desertores para ejecutar por dinero.
Un país en el que los medios de comunicación electrónicos e impresos ensalzan al nivel del paroxismo conductas antisociales con altos ratings, relegado al último lugar de competitividad, productividad y analfabetismo por las organizaciones internacionales de medición.
Un país rehén de las generosas remesas de sus trabajadores expulsados del sistema injusto en el extranjero, un país que presume como industria sin chimeneas un pobre turismo rural, cuyo anzuelo vergonzoso puede ser la pederastia con locales, un país que rehúye la democracia para recalcitrar su autoritarismo.
La astucia, la intuición y el pensamiento ordenado, el contraveneno posible
Inocentes, indolentes e inmorales han ocupado la silla presidencial para hacer su voluntad omnímoda por encima de la voluntad general. Han logrado un país con una clase gobernante enajenada que no puede develar el verdadero rostro de la lucha contra las adversidades y las condiciones opresivas.
La ideología de la penetración coloniza a los jóvenes, mistifica los modos del ocultamiento, reducción, inversión y mentira para falsificar una historia que pretende sustituir a la realidad. Estamos atrapados en el mito del buen salvaje.
Las antípodas de estos referentes en el poder son la astucia, la intuición, el pensamiento ordenado y concatenado al objetivo, el esfuerzo cotidiano y la moralidad en todas sus formas y presentaciones. Para poder superar la historia de ingenuos, indolentes e inmorales es el único contraveneno posible.
Cobayos del imperio inventaron aparentes sutilezas y resultaron marranadas
Ya no es posible seguir juzgando a esta nación con las categorías exóticas, salvajes, del país ficticio que representan sus caricaturas culturales y políticas en el exterior. La caricatura ha sustituido a la cara misma, nuestra miseria no obedece a meras excentricidades superficiales, forma parte del drama mismo de la existencia.
Cobayos del imperio que fueron utilizados para inventar aparentes sutilezas que resultaron marranadas. Raptos de inspiración de ocurrencias pueriles que conformaron el engaño. Pasan lista los planes maquinados en forma de políticas públicas.
Aviadores, fraudes electorales urdidos, credenciales falsas, tráfico de influencias, comisionados, recomendados, encumbramientos sin méritos, venta de candidaturas, carruseles, acarreados, robos, charrismo sindical, patrimonialismo, nepotismo y mil figuras más forman el espectro que hemos padecido los mexicanos.
El síndrome de Kaspar Hauser, mundialmente conocido, de aquel hijo bastardo de Napoleón con una admiradora, princesa prusiana por cierto, que fue escondido en una cueva, encerrado por las intrigas palaciegas, sin comparación posible con sus mayores, ni educación aprendida, puede ser el mejor espejo de la situación.
Todos los intereses pudieron escribir sobre su espalda el tamaño de sus ambiciones. El bastado asumía cualquier género de procacidades y valimientos. Era un náufrago a la medida de los intereses extraños. Alguien en quien todos podían confiar, menos sus coterráneos.
Hoy reprenden, exigen que otros hagan lo que en el poder no hicieron
Ingenuos, indolentes e inmorales, son la pasta de que están hechos quienes han desfilado ante nosotros, sin más alcance que la depredación, la abulia, la rapiña en sus alforjas y en sus programas. En el acto cotidiano y en la meta sustancial. Han crecido como la maleza , instintivamente y sin parámetros morales.
Lástima que ahora sólo se dediquen a criticar, a exigir que otros hagan lo que en el poder no quisieron hacer, inconscientes de los rebotes, ajenos a sus herencias partidistas. Cuando les va peor, es cuando se dedican a cazar gazapos, a ampararse para no perder privilegios mal habidos, equivocaciones involuntarias, tropiezos de lenguaje o trivialidades para justificar su presencia en la vida pública y seguir gozando de impunidad.
Sabíamos que eran así, pero no taaanto. ¡Qué lástima! ¡Para eso nos gustaban! Revelaron el misterio. Hicieron presente el engaño al que siempre fuimos sometidos por sus ancestros de la misma ralea.
El reclamo nacional es que sean juzgados los supuestos ingenuos, los indolentes y los inmorales en el poder. Hacer justicia cuando se ha tomado conciencia del cambio auténtico que requiere este país.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: “Aunque me impidan entrar a mi casa no voy a ceder, no voy yo a ser rehén de nadie. Estoy acostumbrado a las protestas, no me espantan, no me asustan, y además hasta celebro que la gente ejerza sus derechos y siempre he dicho que la libertad no se implora, se conquista”: el Presidente López Obrador, ayer, al comentar sobre el plantón de peticionarios en las puertas de su domicilio. + + + Sobre “rectores y ‘guaruras'” comenta hoy don Rubén Mújica Vélez: “La austeridad republicana es obligada para disponer de fondos para programas sociales y productivos. Con el nuevo gobierno federal se ha iniciado, ¡al fin! Pero hay otros rubros que se deben revisar y modificar: 1.- Las universidades públicas cargan con decenas de ex rectores que, con 4 ó acaso 8 años de servicios en ese puesto, cuentan con jubilación vitalicia más canonjías onerosas. En tanto un modesto trabajador o burócrata requiere de 30 años para lograrlo. ¿Es justa está discriminación en todo el pais? 2.- Mientras Sheinbaum identificó 1 mil 400 ‘aviadores’, AMLO menciona a 3 mil 400. Es urgente depurar las nóminas gubernamentales y así disponer de más recursos inmediatos para programas sociales y productivos. 3.- La austeridad hay que extenderla a los estados de la República, así como normar la abusiva práctica de los desgobernadores de endeudarlos hasta la eternidad. O simularlo mediante ‘reestructuraciones’. + + + El Índice Político volverá a publicarse el lunes 7 de enero del venidero 2019… para que usted y su familia pasen una muy Feliz Navidad y un mejor Año Nuevo, sin los sobresaltos y enojos que provoca la lectura de este espacio. ¡Mis mejores deseos para usted y los suyos!
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