RELATO-CUENTO
Su nombre era “Jarry”, y su apellido “Putter”. Y, recientemente había cumplido 29 años. Pero, a pesar de su aparente corta edad, este joven había sufrido más, muchísimo más que el mismísimo Jesucristo.
Por lo tanto, a estas alturas de la vida, y de su vida, todo se había terminado para él. Pero, a pesar de todo eso, Jarry Putter jamás pudo -como dice Herman Hesse en EL LOBO ESTEPARIO- “quitarse del camino”.
Porque entonces para él jamás hubo o existió camino alguno. Así que, “quitarse del camino” era algo que jamás lo podría hacer. Menudo problema para Jarry Putter, que tan asqueado se encontraba y se sentía desde hacía ya mucho tiempo.
Sin más remedio que “seguir en este mundo”, Jarry Putter continuó y continuó andando; sí, igualito que aquel viejo imbécil y loco, llamado “Don Quijote de la Mancha”.
Y, hablando de viejos imbéciles y locos, a Jarry Putter le habría gustado mucho haber tenido un amigo como aquel obeso, que siempre había ido al lado de aquel viejo flaco e idiota.
“Un amigo o camarada con el cual andar de locura en locura”, inventado historias y fantasías para luego enseguida ir y vivirlas… Pero, tanta era su soledad y su desdicha, que Jarry Putter sabía que tal amigo o camarada jamás existiría para él.
Harto entonces de ir por el mundo solo y sin amigo obeso o esbelto, Jarry Putter le dijo adiós a la mojigatería (Sí. Hay que decirlo. Él siempre había sido un pendejo religioso).
Cuando esto sucedió, él apenas y tenía 25 años. Así que, después de pasárselo 4 largos años siendo “bien putter”; yendo de encuentro en encuentro, poniendo y quitándole condones “a su cosita”, besando tetas -y algunas veces bocas asquerosas-, Jarry Putter, sin darse cuenta realmente, “comenzó a cansarse de toda esta su putter-ía”.
Meter su cosa en hoyos oscuros, ya no le proveía ningún sentimiento de gozo, sino que, todo lo contrario. Meter su cosa en hoyos oscuros, ahora solamente le hacía sentir repulsión.
Pero, a pesar de todo eso, Jarry Putter sentía que no podía dejar de hacerlo. Porque si entonces lo hacía, si entonces se detenía, este acto solamente significaría su exterminio, ¡su final! ¡Su muerte total! Bueno, no su muerte física, pero sí su muerte anímica.
Porque para él, meter su cosa en hoyos oscuros, era todo y lo único que le brindaba algo de no sé qué a su tan madreada existencia. Así que, ¿seguir o no seguir metiendo su cosita en hoyos oscuros…? ¡Esa era precisamente la cuestión de todos los días para él!
“¿Lo meto o no lo meto…?”, una y otra vez se decía y se preguntaba Jarry Putter, cada vez que volvía a sentir ese vacío enorme dentro de él. Ese vacío que él no sabía cómo o con qué llenarlo, o rellenarlo…
“Si tan sólo pudiese rellenar mi vacío, como lo hacen las mujeres con sus nalgas o sus pechos”, meditaba siempre Jarry Putter. “Entonces iría ahora mismo a comprarme dos galones de silicón líquido. ¡Y listo; mi vacío al fin se quedaría lleno!
Pero, su vacío -desgraciadamente-, no era una nalga, un pecho, y… tampoco un labio…
Continuará…
Anthony Smart
Julio/17/2023