José Luis Parra
En México, los partidos políticos son como esos viejos camiones urbanos que, por más pintura que les den, siguen echando humo y traqueteando en cada bache. A base de lana mantienen lo que les queda de pasajeros —perdón, militancia— y con la llamada sociedad civil viendo desde la banqueta, sin muchas ganas de subirse al camión o, peor aún, de comprar su propio vehículo electoral.
En ese ambiente aparece un nuevo partido, hecho adobe tras adobe, con las siglas que, curiosamente, son las mismas de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo: Construyendo Solidaridad y Paz (CSP). Ligado al extinto Partido Encuentro Solidario de Hugo Eric Flores, su sello evangélico es lo de menos; lo importante es que sin dinero fresco, un partido nuevo no llega ni a la esquina. Pero cuando la presidenta tiene a la mano la libreta de contactos y la chequera de amistades, la cosa cambia.
Más que ideología, el CSP huele a blindaje político. Un refugio para los tiempos en que llegue la revocación de mandato y las facturas se cobren en ventanilla. ¿Se repetirá el fenómeno del PRD desfondado, con su militancia mudándose en bola a Morena? En política, los intereses pesan más que las siglas, y los del sexenio son capaces de mover montañas. Si encima se suman las presiones de Trump, la pinza se cierra con facilidad quirúrgica.
Mientras tanto, en Tabasco, la guerra intestina de Morena tiene como epicentro a Pemex y como protagonistas al gobernador Javier May y al grupo de Adán Augusto López. La denuncia por narcotráfico contra Hernán Bermúdez Requena —viejo aliado de Adán Augusto— abrió la puerta para que May barriera el gabinete de Seguridad y metiera a los suyos, como Sheila Cadena Nieto, amiga de Andy López Beltrán, y al Comisionado de Policía Estatal bajo la bendición de García Harfuch.
En esta película, Pemex no es solo petróleo, sino caja de financiamiento político. El desarrollo del campo petrolero Bakté, con 176 millones de barriles en juego, es el botín que nadie quiere ceder. May, en sintonía con Palacio Nacional y el nuevo director de Pemex, Víctor Rodríguez Padilla, busca impedir que Adán y los suyos metan la mano. El compadre Octavio Romero Oropeza también está en la jugada.
Todo parece indicar que los cimientos del nuevo partido CSP y las maniobras en Tabasco forman parte de un mismo libreto: blindar el futuro político de la presidenta, contener a sus adversarios internos y asegurar que el petróleo —y el poder— queden en casa.
¿Es el inicio del fin de Morena como hoy lo conocemos? El tiempo lo dirá. Pero si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que en la política mexicana nada se acaba… solo cambia de siglas.