RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Con la economía en picada plena, algo que aquí (desde antes de octubre) vaticinamos ocurriría, y la política exterior sustentada en actos de fe, (yo no creo que eso sucederá, me da el pálpito de que no pasará, tengo la corazonada de que no ocurrirá, etc.), este escribidor decidió a darse una vuelta por aquellos tiempos cuando los priistas gobernaban un país en el cual había futuro, los funcionarios eran profesionales que conocían la materia bajo su encargo, su economía crecía alrededor seis por ciento como promedio anual, se daba el lujo de que aun cuando, el 22 de febrero, los EUA decretaban “puente libre” (cruzar sin necesidad de mostrar documentos), no se diera estampida alguna de mexicanos quienes iban y regresaban el mismo día. En medio de todo ello, el presidente de México se sentaba con su contraparte estadounidense y hablaban de tú a tú. Acerca de un par de estos casos abordaremos y comentaremos en esta y en la colaboración próxima.
Era el 20 de febrero de 1959 cuando el héroe de la humanidad, (recordemos que él fue responsable de las acciones del Dia D y que en la bolsa de su camisa tenía un documento asumiéndose como culpable único si aquello fracasaba), Dwight David Eisenhower, en su calidad de presidente de los EUA visitó México para entrevistarse con el presidente de México, Adolfo López Mateos. El lugar de reunión fue Acapulco que entonces podía presumirse como ejemplo de lo bien que iban las cosas. Este sitio es hoy, también, un ejemplo, pero de lo que implica tener gobernantes incapaces. Dejémonos de disgregaciones y vayamos a lo registrado en la publicación denominada Foreign Relations of the United States.
Tras de darse una vuelta por la bahía de Acapulco a bordo de la embarcación Sotavento, propiedad del gobierno de Mexico, se reunieron en el Hotel Pierre Marques. El presidente estadunidense trató de marcar el rumbo de la reunión y de inmediato soltó que la noche anterior se reunió con cuatro hombres de negocios estadounidenses, uno de los cuales estaba muy interesado en el problema del algodón.
Ante eso, Eisenhower le pidió que le ofreciera una solución que beneficiara tanto a los productores mexicanos como a los estadounidenses. Dicha persona, sin embargo, no fue capaz de ofrecer una respuesta inmediata. Ante ese escenario, el presidente estadunidense inquirió a Don Adolfo sobre cuál era su opinión respecto al problema algodonero.
López Mateos, le agradeció su preocupación con respecto a dicho asunto, pero le dejó claro que él no estaba ahí para tratar asuntos relacionados con el algodón sino acerca de cual era la psicología de los latinoamericanos con respecto a su relación con los EUA. Asimismo, le indicó estar convencido de que lo que mencionaría no sería tomado por el responsable del Ejecutivo del país más poderoso del mundo como un reclamo o una crítica, sino como las palabras de un amigo y vecino hacia otro. Había que guardar las formas, no se trataba de agarrarse a trompadas.
Con la mesura en que se conducen las personas civilizadas, no fanáticas, “el presidente mexicano dijo que Estados Unidos en su propaganda al mundo destacó dos factores principales: la libertad del individuo y el alto nivel de vida al que conduce el ejercicio de esa libertad. Estados Unidos tenía en su frontera norte a Canadá, un país donde se hablaba inglés, y en su frontera sur a México, un país donde el idioma español era el español. En Canadá prevalecía una medida similar de libertad personal e igualmente un alto nivel de vida.
Esto no fue cierto en México. Por el contrario, en muchos de los países latinoamericanos hubo casos en los que el nivel de vida tendió a aumentar, pero en los que hubo una caída correspondiente en el grado de democracia prevaleciente en esos países”. Nada de que don Adolfo se ensabanaba en el lábaro patrio, reconocía que los problemas estaban ahí y en consecuencia no se detenía para decir las cosas de frente.
“En otros casos, quienes no tienen ciertas cosas en la vida sienten con demasiada frecuencia una especie de resentimiento ciego hacia quienes sí las tienen. Además, entre los latinoamericanos había existido la sensación de que Estados Unidos a veces buscaba buenas relaciones con gobiernos fuertes que no necesariamente eran elegidos democráticamente. Esto produjo entre los latinoamericanos cierta ansiedad. La propaganda soviética señalaba constantemente el contraste entre el alto nivel de vida en Estados Unidos y el bajo nivel que prevalecía desde el Río Bravo [en el texto original dice Grande] hasta la Patagonia. Además, los soviéticos culpaban constantemente a los Estados Unidos por las dificultades encontradas por los países latinoamericanos para elevar el nivel de vida de sus pueblos”. Ante eso, el presidente Eisenhower, gallo muy jugado, no tuvo sino responder que estaba consciente de todo lo mencionado, además de que los calificaban de “imperialistas económicos”.
Pero no se crea que para López Mateos todos los males provenían del exterior, precisó que “…los gobiernos elegidos democráticamente intentaron poner el panorama en perspectiva y hacer entender a los pueblos de su país que ellos mismos tenían mucho que ver en la solución de sus propios problemas, aunque estos gobiernos no siempre lograron hacerlo”. A la luz del ahora, esto resulta una herejía, vivimos bajo la cultura del pobretismo y de que alguien más venga a resolvernos las dificultades. Asimismo, reconocía que, a pesar de que las cosas marchaban bien, no todo era color de rosa en nuestro país.
Mencionó que “el progreso técnico había aumentado el contraste entre los “ricos” y los “pobres”. Hace cincuenta años la vida en la Ciudad de México era muy parecida a la de cualquier pueblo. No había luz eléctrica, agua potable, alcantarillado ni otros servicios públicos. Hoy alguien que viene de un pueblo donde no existen estas cosas siente resentimiento porque existen en la Ciudad de México y no en su propio pueblo. A nivel internacional, esto es aún más cierto”.
Para quienes aun en nuestros días, toman a broma la proclividad que mostró don Adolfo en visitar otras naciones, lo que sigue es una explicación muy clara del porqué durante su sexenio se empeñó en salir para visitar otros países. Señalaba: “Hoy en día, cuando la economía de las naciones se ha vuelto tan interrelacionada y de alcance universal, es difícil para cualquier nación resolver sus propios problemas por sí misma, porque lo que hacen otras naciones puede tener un impacto en la economía interna de una nación determinada”.
A la par, admitía que “…las poblaciones de estas naciones [las latinoamericanas] estaban creciendo tan rápidamente que la mejora económica no podía seguir el ritmo. Sin embargo, la demanda de una vida mejor siguió aumentando. Él mismo sabe lo difícil que es gobernar una nación democrática y lo que implica tener debidamente en cuenta los intereses y deseos de los diferentes grupos dentro de la nación. Sin embargo, consideró que era su deber expresar la situación que, en su opinión, prevalecía en toda América Latina y constituía un trasfondo psicológico de la actitud de estos pueblos hacia los Estados Unidos”.
En respuesta, Eisenhower expresó estar básicamente de acuerdo con lo establecido por el presidente mexicano. Asimismo, reconoció “que el aumento de la población era efectivamente un problema y… [enfatizó] que como una gran parte de América Latina profesaba la fe católica, el control de la natalidad sería contrario a los principios de muchos pueblos del hemisferio”. Uno de los problemas que los estadunidenses encontraban al implantar sus programas de asistencia era su incapacidad para “satisfacer la creciente demanda generada por el aumento de la población”.
El general convertido en presidente “dijo que entendía que frecuentemente existían resentimientos y que era difícil encontrar una solución adecuada… Luego preguntó si el presidente López Mateos tenía alguna idea específica sobre lo que deberíamos hacer”.
Desde la perspectiva del presidente mexicano “… había dos tipos de soluciones que seguían caminos paralelos: primero, la de encontrar soluciones concretas a los problemas inmediatos de corto plazo; y segundo, estudiar los problemas antes de que surjan para encontrarles soluciones, antes de que se vuelvan urgentes y agudos”. Una respuesta plena de pragmatismo.
En su replica el mandatario estadunidense indicó “que deberíamos intentar encontrar soluciones a estos problemas a corto plazo. Con respecto a las cuestiones de más largo plazo, se preguntó si no sería posible reunir a representantes de ambas naciones para estudiar estos asuntos, y si bien tal vez no encuentren respuestas para todos ellos, tal vez encuentren algo que pueda apuntar a una solución práctica. Era obvio que las dos naciones no tendrían puntos de vista idénticos sobre todos los temas, pero si pudieran acercarlas en una atmósfera de comprensión y amistad, esto conduciría a un clima en el que se podrían alcanzar soluciones”.
Como dicen por ahí, no hay problema que no sea factible de solucionar si a cada lado de la mesa se encuentran entes pensantes y pragmáticos. Eso sí, cuando alguna de las partes no entiende cuales son sus debilidades y cuales sus fortalezas, no hay dialogo que llegue a buen puerto.
Tras de solicitar si pudiera enviar a su hermano Milton, un historiador de altos vuelos, para que conversara con el presidente mexicano y posteriormente con algunos funcionarios, don Adolfo respondió que preferiría hablar, en una fecha posterior, con el Dr. Eisenhower y tras de ello indicarle con cuales funcionarios de su gobierno se entrevistaría. Nada de complacencias inmediatas, todo a su tiempo.
Y como ya estaban en eso de señalar deficiencias, Eisenhower no dudó en indicar que “lo que faltaba en México era una clase media fuerte. El presidente mexicano dijo que ha habido un gran aumento de esta clase media desde la revolución. La clase media representaba alrededor del 7% de la población en el momento de la revolución y ahora representaba alrededor del 25% de la población”. Nada de indignarse por escuchar verdades, se habían tenido avances, pero faltaba mucho por hacer.
En el contexto de lo anterior, el presidente de los EUA “dijo que había preguntado a los empresarios estadounidenses con quienes había estado hablando si empleaban profesionales mexicanos (abogados, médicos, ingenieros) porque consideraba que esto era esencial y que, al fortalecer esta clase media, ayudaban a crear un mejor clima de entendimiento entre dos naciones. Los empresarios habían indicado que esa era la política de sus firmas, y uno de ellos mencionó que el tesorero de su empresa era mexicano”. Claro que la formación de una clase media robusta debería de ser el objetivo, solamente los aspirantes a dictador promueven que haya más personas dependiendo de la dádiva gubernamental.
Para mostrar que conocía bien lo que sucedía en Mexico, el trigésimo cuarto presidente de los EUA “afirmó que parte del resentimiento que sienten los desfavorecidos posiblemente sea creado por algunos de los mexicanos más ricos que no estaban dispuestos a dar a otros una parte justa de los beneficios obtenidos en empresas rentables. No tenía a nadie en particular en mente, ya que no conocía el nombre de ningún hombre rico en México”. En respuesta, el duodécimo presidente mexicano desde la promulgación de la Constitución, replicó “que había muy pocos hombres de gran riqueza en México, pero que, por supuesto, había un contraste entre la forma de vida de algunos de los ciudadanos más ricos y los que vivían en la pobreza.
El presidente Eisenhower observó que sería un error permitir que todos los desfavorecidos de México tuvieran la impresión de que sus desgracias se debían a las acciones o negligencia de Estados Unidos. Dentro del propio México, los ricos deben reconocer sus propias responsabilidades en un esfuerzo por elevar los estándares, y el gobierno debe ayudar promoviendo una comprensión generalizada de estas verdades. Esto facilitaría que Estados Unidos fuera útil”. Verdad muy clara, de lo que se trataba no era de repartir limosnas sino de realizar inversiones productivas que generaran riqueza para todos.
Imbuido del espíritu de cooperación, el jefe del Ejecutivo estadunidense precisó “que sentía que, si se pudiera lograr algo entre México y Estados Unidos para mejorar el clima de negociación, sería en beneficio de todo el hemisferio. Consideró que mediante una relación directa entre el presidente mexicano y él mismo, sus ideas podrían en ocasiones aclararse y las personas que había mencionado podrían comenzar su trabajo. Reconoció que estos problemas no se resolverían completamente durante nuestra vida, a pesar de que el presidente mexicano era un hombre joven. [lejos estaba de imaginar que diez años después ambos fallecerían con seis meses de diferencia]
Pero era posible intensificar el trabajo esencial para crear el tipo de entendimiento mutuo entre los dos países que traería a México el capital para el desarrollo que México necesita. Hay unas pocas empresas estadounidenses que pueden estar buscando grandes beneficios a corto plazo, la mayoría de las empresas estadounidenses están pensando en términos creativos de construir y crecer dentro del país donde invirtieron. Consideró que, si se podía crear un clima adecuado, el capital sería bienvenido en México, entendiéndose, por supuesto, que las empresas evitarían ganancias excesivas”.
Dado lo anterior, López Mateos no dudó mencionar “que el capital creativo estadounidense era bienvenido en México y que, si bien se podían escuchar las opiniones de unas pocas personas descontentas, la gran mayoría tenía una opinión diferente”. Don Adolfo actuaba bajo las directrices del nacionalismo pragmático señaladas muchos años antes por el estadista Plutarco Elías Calles Campuzano.
En ese contexto, no se quedó corto al expresar “que los países de América Latina normalmente tenían presupuestos pequeños y necesitaban préstamos para el desarrollo a largo plazo que no eran de interés tan directo para el capital privado y, por esta razón, los préstamos de gobierno a gobierno también eran importantes. a estos países. Acogió con agrado la oportunidad de poder mantener una relación directa con el presidente Eisenhower y consideró que esto contribuiría en gran medida a crear un clima que sería benéfico para ambos países”.
Tiempos aquellos durante los cuales el presidente de México se sentaba a negociar con del de los EUA y eran capaces de hablar francamente en un clima de respeto mutuo. Nada de invocar el himno nacional o utilizar el lábaro patrio como cobertor para con ellos defendernos. Entonces, era suficiente con actuar bajo los lineamientos del nacionalismo pragmático, ese que nos permite reconocer cuales son nuestras fortalezas y cuales nuestras debilidades, y no bajo el patrioterismo trasnochado. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (25.05.17) Palabras emitidas por un católico practicante, el vicepresidente de los EUA, James David Vance: “Creo que la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos necesita mirarse un poco en el espejo y determinar si cuando reciben más de 100 millones de dólares para ayudar a reubicar inmigrantes ilegales, ¿están preocupados por cuestiones humanitarias? ¿O en realidad están interesados en lo que les representan?” Vaya hereje, como se le ocurre insinuar que la clase dirigente de la trasnacional más antigua puede estar interesada por el dinero. ¿Acaso no se percata de como los miembros de la alta jerarquía católica viven casi al día con lo indispensable? Excomunión, pero ya, para este fariseo.
Añadido (25.05.18) Vaya partida de desvergonzados los miembros de la CELAC que se reunirán próximamente para protestar porque a sus connacionales no se los regresan en Clase Premier. Si hicieran el trabajo para el cual se promovieron, esto no sucedería. Su incompetencia no les dejó a sus paisanos otra alternativa sino irse a ingresar a los EUA sin cubrir las normas legales. ¿Acaso no les queda claro a esta bola de ineptos que nadie se larga de su país por el gusto de vivir la aventura? Eso sí, ya veremos a los apodados líderes de las diversas naciones engolar la voz y ensabanarse en el lábaro patrio respectivo para clamar respeto del ogro imperialista, mientras que sus escribanos a sueldo, cual focas amaestradas, los aplauden a rabiar.
Anadido (25.05.19) Como si se tratara de un asunto de fe, clamaban no creer que la amenaza se volviera realidad. ¿No habrá alguien que les diga que esto es un asunto de realpolitik? Con acciones cosméticas nada se resuelve. Como se extrañan los tiempos en que al servicio del Estado Mexicano estaban profesionales quienes disponian de quince días para entenderle al cargo que les encomendaban y actuar en consecuencia.
Añadido (25.05.20) En cuanto le llegó la cruda, el colombianito recapacitó y ahora clama: “Le solicito a las colombianas y colombianos sin documentos en EEUU dejar sus trabajos de inmediato en ese país y retornar a Colombia lo más pronto posible. La riqueza la produce solo el pueblo trabajador.. El Departamento de Prosperidad Social, DPS, buscará entregar créditos productivos a quienes retornados se inscriban en sus programas. Construyamos riqueza social en Colombia”. ¿Porqué no les dijo eso antes de que se vieran obligados a largarse e irse a jugar la vida? ¿De que grosor será el expediente que, de pronto, vio la luz?