Yo los vi cuando se los llevaban, ¡lo juro por el chingado tamal todopoderoso, que todo lo ve, que todo lo escucha, y que todo lo chinga! Lo juro. ¡Créanme, por favor!¡Les estoy diciendo toda lo puritita chingada verdad! YO LOS VI. No sé y no puedo decir cuántos eran, por más que hubiese yo intentado contarlos; POR FAVOR, YA CRÉANME.
Todo esto anterior era parte de la declaración y confesión de un chingado tamal, que parecía estar consternado de verdad por los chingados estudiantes tamales desaparecidos.
Pero en Tamalville, cuando alguien parecía ser sincero u honesto, era ignorado por completo. Cuando alguien trataba de hacer algo bueno, era escuchado, pero solo por puritito chingado compromiso por parte de las chingadas autoridades tamaleras.
En Tamalville todo era solamente un chingado juego de puras simulaciones, HASTA VIVIR ERA PURA SIMULACIÓN. Ah, chingados tamales. Todos no hacían más que jugar a vivir, pero cuando de hacer algo malo se trataba, y esto significaba CHINGAR, aquí sí que todo parecía tornarse en una realidad distinta.
Era como si todo quedase suspendido en el tiempo, como un congelamiento del suceso en cuestión. Un ejemplo: Un chingado tamal con aspiraciones a escritorcillo iba al ayuntamiento de su chingado pueblo para pedir ayuda, una especie de subsidio o pensión para poder dedicarse de lleno, o casi de lleno, a lo que más amaba hacer: ESCRIBIR, pero que entonces LA AYUDA se le era negada.
Era justamente aquí en donde todo parecía suceder en cámara lenta, MUY LENTA. El tamal golpea con sus dedos contra el cristal laminado de la puerta de la oficina del chingado alcalde. Después de pasados unos segundos, la puerta se abre. Es la chingada secretaria del chingado alcalde. Hola, dice el chingado tamal enfermo. Solo vengo a preguntar si ya tienen una respuesta respecto a la petición de ayuda que hace unos 3 días atrás vine a entregarle.
Dicho esto por el chingado tamal enfermo, y escuchado por la chingada secretaria apática, ésta comienza a decir su respuesta… No, ¡nooooooo! Es justamente aquí en donde todo parece volverse una irrealidad, algo que parece que no está sucediendo, pero que, ¡maldita sea!, es más real y auténtico que una chingada camisa o perfume de chingada imitación de lo más vil y barata.
El chingado hijo se su chingada madre, o sea el alcalde, me dijo que solamente se te puede apoyar con 100 chingados pesos… Escuchar estas palabras de la boca de la chingada secretaria apática, hizo que el alma del chingado tamal enfermo se le apretujara, sí, pero no por escuchar esta chingada respuesta respecto a su petición de ayuda, no, sino porque esto le había hecho recordar al instante toda su chingada y estúpida batalla interior.
El chingado tamal hizo un esfuerzo sobrehumano, perdón, quiero decir un esfuerzo sobretamalero, porque la voz no se le quebrara, y porque su dolor interno no se le viese reflejado en su cara, en su chingada cara.