Por Deborah Buiza
El Dr. Laszlo Kreizler, en El Alienista (Netfilx, 2018), está intentando comprender el comportamiento de un asesino en serie para lograr atraparlo, para ello revisa los textos que tiene a la mano, se hace preguntas de todo tipo tratando de entender las motivaciones del sujeto y va de pista en pista acompañado de sus colaboradores, sin embargo en algún momento la investigación llega a un punto muerto, y él empieza a dudar de lo que está haciendo, no entiende qué es lo que no está viendo o del por qué no puede avanzar, hasta que uno de sus colaboradores le presenta un argumento contrario a lo que él piensa y el quiebre es tal que se siente desafiado, ofendido y hasta agredido, a lo cual reacciona violentamente.
El Dr. Laszlo se cuestiona su reacción y entonces visita a un antiguo profesor para encontrar más pistas, esta vez, no del asesino sino de él. Laszlo se da cuenta que se ha “endurecido” con tanta teoría y con su forma de ver las cosas que una nueva forma de ver, pensar o hacer las preguntas o conducirse no sólo le parece inconcebible sino que lo siente como una agresión personal. Sabe que de seguir así no logrará avanzar, no sólo en la investigación sino como profesional.
¿Cuántas veces en la vida nos encontramos en una encrucijada o en un momento en el que estamos atorados y no nos damos cuenta que tal vez sea la manera en la que estamos pensando la que no nos permite salir de ahí?
A lo largo de la vida vamos construyendo ideas complejas de cómo funcionan las personas y las relaciones, del mundo, de lo que se espera de nosotros, de lo que se puede o no se puede hacer, de lo que es importante o lo que es urgente, etc. y nos conducimos de acuerdo a ellas. Con las experiencias y el entorno en el que nos desarrollamos vamos reforzando algunas ideas, otras van quedando obsoletas y otras se ven desafiadas.
No todos quieren desafiar sus ideas. Te pongo un ejemplo.
¿Sabes cómo es un niño? Todos tenemos ideas sobre cómo son los niños, cómo deberían comportarse, lo que necesitan y cómo hay que criarlos pero ¿qué tal que lo que sabes no fuera correcto?
El desarrollo infantil es uno de esos espacios en los que la investigación y la cruda realidad demuestra día a día que ignoramos muchísimo sobre el desarrollo y funcionamiento del cerebro y de las necesidades que tenemos como especie. ¿Y por qué me atrevo a asegurarlo? Porque si supiéramos en realidad cómo funcionan los pequeños dejaríamos de inmediato algunas prácticas que sólo los vulneran y dejaríamos de defender nuestra ignorancia bajo los argumentos tales como “pues a mí me criaron así y no me pasó nada”.
Si somos francos y humildes, podríamos aceptar la realidad, que es que sabemos muy poco de algunos temas y que aun así vamos actuando como expertos (e incluso a veces con sobrada prepotencia e ingenuidad), y a pesar de nuestros resultados no nos atrevemos a revisar si no tiene que ver por las ideas que tenemos.
¿Cuántas cosas creemos que son ciertas sólo porque nosotros las creemos? ¿Cuántas de nuestras limitaciones nacen de nuestros prejuicios o ideas desactualizadas o de nuestra ignorancia? ¿Por qué estamos tan seguros que lo que “sabemos” sigue vigente o que es lo mejor que se puede hacer?
En este punto te preguntaría: ¿Qué oportunidad te das en cuestionarte?
Revisar lo que creemos no es tarea sencilla, incluso nuestro entorno podría ver con recelo lo que estamos haciendo. Preguntarnos desde cuándo tenemos esas ideas y qué tan funcionales nos son, no sólo en el presente sino para el futuro que deseamos, es un ejercicio deseable para conocernos y ver qué partes son posibles de mejora o cambio. El ejercicio es para ti, para conocerte, actualizarte, para explorar otras formas de pensar, actuar y sentir, igual encuentras algo que sea más conveniente para ti y este momento.
Hay ideas que nos limitan, que nos lastiman y nos sobre cargan, pueden ser las etiquetas que nos pusieron en la familia por nuestras conductas durante la infancia, las expectativas irreales sobre nuestros alcances y futuro, o las sentencias o “maldiciones” que nos echaron en un mal momento que marcaron nuestro corazón y mente, esas ideas tal vez se quedaron ahí y no hicimos el ejercicio de quitarlas.
Hoy por hoy, ¿lo que piensas te da lo que necesitas o lo que deseas o quieres?
¿Qué es lo que piensas sobre el amor y las relaciones?
¿Qué hay sobre la vejez?
¿Qué es lo que piensas sobre el trabajo, el éxito, la fortuna, el dinero?
¿Qué es lo que piensas sobre el cuerpo, la salud, la alimentación?
Preguntarnos desde cuándo tenemos esas ideas y qué tan funcionales nos son no sólo en el presente sino para el futuro que deseamos es un ejercicio deseable para conocernos y ver qué partes son posibles de mejora o cambio. Desafía lo que sabes, lo que piensas de ti, lo que te dijeron de ti y las ideas que han regido tu vida y tu comportamiento, tal vez hay cosas que necesiten una actualización para que encuentres mayor bienestar.
Y tú, ¿qué ideas estarías dispuesto a desafiar?