La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Hay casos tan patéticos que ni las estrategias de Goebbels funcionan
Cuando alguien acepta, hacer la presentación en sociedad de una quinceañera o es invitado a comentar un libro, no se supone que asuma el papel de destrozar honras.
Así pues, el presentador tratará de encontrar las mejores virtudes de la señorita/libro en cuestión y, llegado el caso, una mentirilla piadosa podrá aderezar el discurso, la idea es pasar un rato de solaz, no de desatar una pesadilla. Digamos, que son gestos de urbanidad.
Igual, si visitamos una casa, ser generosos con el lenguaje ayuda a distender el ambiente: que bonita la decoración, ¡caramba!, te ves esplendorosa, la comida está de rechupete. En fin, se trata de una señal de empatía hacia los otros.
Sin embargo, al parecer, el gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez, no acaba de entender (ya que se las cree), que todas las flores que le mandan sus colegas, son frases con el ánimo de darle un espaldarazo, ante la pésima imagen (ganada a pulso), que tiene.
Pensar que el Cui, como señalan el presidente López Obrador, Adán Augusto López o Claudia Sheinbaum, es el mejor gobernador que ha tenido Veracruz, es un insulto a la inteligencia, el despropósito sólo se puede entender en el marco del ‘cebollazo’, pero, en términos de la realidad, no tiene el menor sustento.
El sabadaba, puede ser un hombre bien intencionado, lo cual no lo hace hábil como gobernante, sus dislates verbales son épicos, la falta de políticas públicas exitosas es notoria, la desaparición forzada permanece y, la corrupción, está en su apogeo.
El hecho de que haya habido mandatarios impresentables en los últimos años, no eleva, per se, el papel del Cui. Sin embargo, para no polemizar más, consideramos el elogio en su real dimensión, sabemos que de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno.