Claudia Rodríguez
Vaya que el presidente Andrés Manuel López Obrador nos pone a los mexicanos día a día, retos más altos a superar ante los evidentes pactos políticos y hasta de otras distintas especies para que se apoyara desde las alturas del poder, la vertiginosa y copiosa participación ciudadana y del voto a su favor para posicionar en la cúpula del Poder Ejecutivo Federal.
Cuando creíamos que la captura del ex director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya Austin, mostraba una dosis más alta de seriedad en el ataque frontal a la corrupción por las ligas que esta investigación judicial podría desencadenar, el primer mandatario que se ostenta respetuoso de las instituciones y de su autonomía, nos manda el mensaje concreto de que una cosa es simular y otra ir al fondo.
Una vez que el diario estadounidense The Wall Street Journal publicó a mediados de semana que un “funcionario judicial de alto perfil” reveló que el Gobierno mexicano está indagando al ex presidente Enrique Peña Nieto como liga directa al proceso en contra de su ex director petrolero y coordinador de vinculación internacional en la respectiva campaña presidencial desde donde transfirió millones de dólares a ese propósito como pago de favores de funcionarios de la brasileña Odebrecht; resulta que Andrés Manuel, nos dice que eso –el enjuiciamiento a Peña–, es casi hasta imposible, que hasta está impedido por mandato constitucional, aunque igual refiere casi cantinfleando, que es tarea de la Fiscalía autónoma de la Presidencia y que sólo si el pueblo lo pide, se hará la investigación correspondiente. ¡Caray! ¡Qué claridad de ideas y de mensajes!
¿Qué pretende López Obrador? Curarse en salud, respetar el pacto político que hizo con Peña Nieto y el Revolucionario Institucional para dejarlo pasar hasta la silla presidencial sin “cochinero de por medio” o acaso, será pura estrategia simuladora para que se confíe el ex mandatario mexicano o más bien una campaña para desvirtuar las muchas omisiones en sus tareas como jefe del Ejecutivo.
Lo indignante de todo esto, es el que Andrés Manuel, lo que menos hace, es apegarse al manual constitucional, ni de las leyes orgánicas de la Administración Púbica. Francamente gobierna con puros mensajes encontrados, inconexos y de ocurrencias terribles.
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