por David Martín del Campo
Tómbola, bingo, desdén. A eso se ha reducido la democracia mexicana ahora que se pretendió la “elección” de sus impartidores de justicia. Fue una novedad histórica que jamás imaginaron los constituyentes del 17: elegir a los jueces que no debieran deberle sumisión a partido alguno. De ese modo, 87 millones de electores le dieron la espalda al proceso electoral del domingo, toda vez que se pretenda celebrar con fanfarrias la aquiescencia de los 12 millones que sí asistieron, “acordeón” en mano, a obedecer la orden –diría Cri cri– que dio el general.
¿Rutilo Méndez, Herlinda Sierra o Fabián Izquierdo? Las disquisiciones del elector, boleta en mano, con los más de 2 mil 600 candidatos de los que realmente se ignora todo. Circunstancia que alcanza el absurdo, máxime que muchos de ellos fueron pre-seleccionados por el “democrático” procedimiento de la tómbola.
De ese modo, alguien diría, el sufragio universal ahora se ejerce al ritmo de la melodía de Marisol en los años 60, cuando nos advertía con su jovial desenfado… “la vida es una tómbola, tom-tom tómbla, de luz y de color”, por no decir que de tin-marín, de do pingüé, porque votar o no votar por Rutilo, Herlinda o Fabián, daba lo mismo.
El vicio de los pensionistas gringos se denomina Bingo. Es una suerte de lotería donde se gritan los guarismos, del uno al 99, para completar la cartilla, hasta que algún viejillo grita eso, “¡bingo!”. Así muchos, boleta en mano, parodiaron el domingo pasado la ruleta judicial… ¿el 22 o el 4, la 37 o la 13?, y que la diosa Fortuna se encargue de la designación de los señores magistrados.
Ya que estamos con las preguntas, ¿qué son los 27 mil millones de pesos empleados en el ejercicio comicial del 1 de junio? Pues eso, 270 pesos por piocha que (ya aprendimos la lección) sirvieron para marcar el bingo judicial que nadie, nadie de los nadies pudo aprenderse. Insisto, ¿Rutilo Méndez o Lucrecia Hernández?, y que San Acordeón lo resuelva.
Este ejercicio comicial pasará a la historia como “la elección de los acordeones” pues nadie habría podido reconocer los méritos de los postulantes. De ahí que, oficial y extraoficialmente, empezaron a circular los acertados “acordeones” que impedirían confundir la destreza jurídica del 33 o de la 14. Si en mis años de pupilo el “acordeón” era imprescindible para resolver la fórmula de los paralelipípedos, ahora hasta el ex presidente López Obrador ha llevado el propio a la casilla en Palenque, no fuera a ser que cayera en confusiones.
La pregunta quedará en el aire. ¿No ha sido éste un ejercicio electoral innecesario, es decir, un desperdicio? Habrá que ver los resultados, y que el Cielo nos guarde de ver convertido el Judicial en una suerte de Secretaría de la Justicia, igual que la SEP o la SHCP.
Lo que estamos presenciando es la consolidación gradual de la nueva mayoría que pretende constituirse en régimen absoluto, como el PRI de Lázaro Cárdenas y de Carlos Salinas, o de Adolfo Ruiz Cortines y Gustavo Díaz Ordaz. El régimen de la mayoría que, en ruso, se denomina “bolchevique”. Revisen su diccionario, porque los minoritarios, obvia recordarlo, era la facción “menchevique”. Cuestión de asimilar las lecciones de la historia, por más que ahora los declarantes se cansen de argumentar que no somos Nicaragua, Venezuela o Cuba. Y que Dios nos coja confesados.
Cabe imaginar que esa mayoría-minoría que anuló su voto (o no acudió a sufragar), constituye una expresión cierta del desdén contra el cerco al Poder Judicial.
Desaire por convicción, desconfianza o desaliento. “Que sigan haciendo de las suyas hasta que se cansen”, o rompan el juguete nuevo, al fin que cada seis años se restituye. Y que alguien ponga el disco de Javier Solís interpretando “Desdén”, al fin que a alguien le habrá de venir el saco: “Mira mi sufrir, oye mi alma gemir, ¿qué no ves que sin ti ya no puedo vivir?”.
El destino nacional por siempre será el manotazo sobre la mesa. “Aquí nomás mis chicharrones truenan”, porque la vida es una tómbola, tom-tom tómbola, donde unos pierden y otros ganan. ¿El 22 ó la 37?