Claudia Rodríguez
Lo impredecible de un sismo
No hay forma de que los humanos dejemos pasar sin siquiera una mención, los actos voluntarios o involuntarios y por supuesto, los hechos y eventos naturales que inciden en nuestra vida. Por sí o por otros, siempre se intenta dar respuesta o explicación a lo que acontece en nuestro entorno, en el planeta y hasta en el mismo Universo. Las respuestas son científicas, teológicas y hasta se construyen con la experiencia de la misma humanidad.
Es de esperarse que, a los mexicanos en terrenos de la naturaleza, nos importe conocer cuál el origen de los sismos, que cada vez se reproducen más en zonas en las cuáles el suelo hasta hace unas dos décadas no estaba catalogado como sísmico, llegando a cobrar pérdidas materiales y lo más significativo, la vida de no pocos afectados.
En términos prácticos a cualquiera le vendría bien informarse de las variables del terreno que nos hacen más susceptibles; desde la calidad del suelo donde se edifica nuestra vivienda o cualquier lugar que de manera cotidiana asistamos, hasta las desestimadas medidas de contingencia ante un movimiento telúrico, por una sencilla razón: estos movimientos de la tierra no son predecibles ni en tiempo, ni mucho menos en intensidad y duración.
El sonido de la alerta sísmica en las calles de la Ciudad de México –en caso de que el epicentro se detone en las costas de Guerreo–, sólo da tiempo para alertarnos y tratar de identificar el lugar más seguro; no obstante, no todos hayamos ya hecho la tarea de identificar ese sitio en casa, el trabajo o el colegio.
Ante esta imposibilidad actual de predecir un sismo, lo único que queda es tratar de reaccionar lo más rápido posible.
Proyecto truncado
Desde el 2006, diversas universidades mexicanas, pero sobre todo la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en conjunto con el gobierno ruso, iniciaron la construcción de un satélite que estaría destinado a la predicción de sismos, no con un minuto u horas de anticipación, sino hasta con cinco días del movimiento telúrico.
El proyecto México-Rusia, a nivel académico y gubernamental, advertía también que serían predictivos todos los sismos mayores a cinco grados Richter al monitorear emanaciones de gas radón, variación del campo eléctrico terrestre, emisión de ondas de muy baja frecuencia, incrementos de temperatura y modificaciones de la ionósfera; que tienen diferenciaciones cuando las placas tectónicas tienen movimientos.
El satélite para predecir terremotos en México, denominado UNAMSat III, al final quedó sólo en proyecto porque, aunque todavía se supieron de avances sobre el mismo y su posible lanzamiento en el año 2014, hasta nada hay en concreto ahora.
Hay quienes dicen que hay detalles técnicos que ajustar, pero también se señala que en la conclusión del proyecto UNAMSat III, lo que más afecta es la poca asignación de presupuesto a la ciencia e investigación en nuestro país.
Recursos y donativos con alas
¿Dedicar dinero a la investigación contra sismos en México? Casi irreal, si los millonarios recursos que se recaudaron y los que se dispusieron del Fondo Nacional de Desastres (Fonden), nada más se dieron migajas a los afectados del sismo del 19 de septiembre de 2017.
Otra gran estafa a los mexicanos con la misma ruta de tarjetas de débito que en el mejor de los casos se fondearon con 120 mil pesos, pese a que los inmuebles palomeados en el programa de reconstrucción, rebasaban por mucho esa cantidad en costo de reparaciones y edificación.
No sólo el pueblo de México se volcó en ayuda económica y en especie, desde otros puntos del orbe llegaron donativos, pero… se hicieron las cuentas chinas.
Acta Divina… El presidente Andrés Manuel López Obrador estima, que en el 2020 terminé la reconstrucción por los sismos de 2017.
Para advertir… También los partidos políticos prometieron participar con sus recursos en la reconstrucción y todos lo usaron sólo como bandera electoral, porque hasta ahora, nada de nada.
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