“Los dos partidos que se han concordado para turnarse pacíficamente en el Poder son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, ningún fin elevado los mueve; no mejorarán en lo más mínimo las condiciones de vida de esta infeliz raza, pobrísima y analfabeta. Pasarán unos tras otros dejando todo como hoy se halla, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No acometerán ni el problema religioso, ni el económico, ni el educativo; no harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos… Si nada se puede esperar de las turbas monárquicas, tampoco debemos tener fe en la grey revolucionaria (…) No creo ni en los revolucionarios de nuevo cuño ni en los antediluvianos (…) La España que aspira a un cambio radical y violento de la política se está quedando, a mi entender, tan anémica como la otra. Han de pasar años, tal vez lustros, antes de que este Régimen, atacado de tuberculosis étnica, sea sustituido por otro que traiga nueva sangre y nuevos focos de lumbre mental”.
Hace 101 años, en 1912, Benito Pérez Galdós, escribió esto que es un extracto de “La fe nacional y otros escritos sobre España”.
Pero parece haber sido escrito para este México de finales de 2013.
“De raza le viene al galgo”, ha citado la muy querida lectora de este Índice, Evelyn Villavicencio, al enviármelo por correo electrónico.
Y sí. La herencia se impone. Pero el atraso, también.
Porque Pérez Galdós retrataba con exactitud lo que sucedía en la península ibérica hace un siglo… mientras que, pareciera, aquí apenas nos estamos dado cuenta de ese bipartidismo –PRI y PRD, para jeringarnos con la dizque reforma fiscal; PRI y PAN, para subastar al mejor postor lo poco que nos quedaba de soberanía y de riqueza patria.
Y sí, está visto, su carencia de ideales hoy se presume cual pragmatismo sin miramientos.
La culpa, empero, no es de España. Ni obedece exclusivamente al legado.
Porque bien podríamos decir que, en un siglo, los de la “robolución” –incluidos los dos sexenios panistas, claro está–, aquí hemos sublimado todos los vicios de la democracia.
¿ESPERAR SIGLOS?
¿Habrán de pasar siglos para que esta situación cambie en nuestro país? No sucedió en España. Ahí hubo cambios verdaderos a partir de la muerte del dictador Francisco Franco, primero. Luego, con su ingreso a lo que hoy es la Unión Europea.
Difícil –más ahora– que aquí muera la dictadura priísta. Más, todavía, que los tratados de libre comercio con el norte y el sur de América lleguen a ser algún día similares siquiera a los del gobierno paneuropeo.
No hay pesimismo. Es realidad.
A México se le tiene asignado un triste papel en el concierto mundial. Maquilador, de mano de obra barata, sin educación de calidad para que el pueblo no respingue y siga sometido a la manipulación futbolera, a la venta de su voto por una triste despensa, a que el territorio permanezca cual paraíso de la corrupción, que al fin y al cabo –nos tienen tomada la medida– de ella también se alimentan los grandes bancos con sede en el extranjero, las transnacionales que aquí violan cuanta norma existe, los gobiernos que aquí triangulan su venta de armas, su lavado de dinero…
Triste papel, es cierto. El de un territorio abandonado por sus dizque gobernantes y, lo peor, por su sociedad apática, desinformada, cada vez más extranjerizada, porque eso es lo que busca la globalización: que se pierdan las raíces, los valores nacionales.
Lo saquean mineras extranjeras y en breve también las petroleras, que llenan de billetes verdes los bolsillos de quienes se allanan y les abren las puertas.
El gran problema es la corrupción. No son 10. Son millares, “carretadas”, los que sexenio a sexenio llegan a saquear y a extorsionar. Por eso no ha dinero que alcance.
Pagaremos más impuestos. La administración peñista se endeudará con empréstitos foráneos… pero todo va a seguir igual.
No. No exactamente igual. Habrá más ricos. Casi todos ellos de cuna mexiquense.
Pero el pueblo, la gente, seguirá de mal en peor.
¿Pesimismo?
No ¡realidad!
Índice Flamígero: El editor y radiodifusor del Estado de México sigue dando de qué hablar. Prepotente, da el “presidentazo” en las oficinas donde se licita, donde se dan contratos. “Somos los ganadores”, dice. Y sí. Gana. Se llevó, hace poco, el contratazo para dotar de equipos de cómputo al Bansefi. ¿Es sólo para él? ¿O comparte hacia arriba?