Magno Garcimarrero
Tanto la religión como la hechicería, se han valido siempre de las mismas acciones, de los mismos artilugios, para hacer creer a los incautos e inocentes, que sus ministros, o magos, tienen un poder sobrenatural que está vedado al común de las personas, y que con ello pueden hacer lo que nadie más que ellos pueden.
La diferencia que los mismos han establecido a través de la historia, es que a unos les llega el poder de dios y a los otros les llega de la competencia, o sea del diablo; eso hace que, aunque sean los mismos trucos, se les cambia el nombre para distinguirlos.
Lo que en un lado son milagros, en el otro son embrujos, lo que de lado de los “malos” es adivinación, en el otro lado es profecía; lo que del lado de la religión es exorcismo, del otro es “limpia”; lo que en una es rezo en la otra es invocación, la reliquia religiosa equivale al talismán en la hechicería; las misas y rosarios llevan los mismos propósitos que las misas negras y los aquelarres: la invocación a los espíritus protectores, sean santos o demoniacos; las estampitas que venden los templos, tienen la misma función que los talismanes que venden los brujos de Catemaco.
Pero la distinción que ahora parece tan clara, no siempre fue así: hubo un tiempo en que la religión se irrogó la exclusiva de las invocaciones al más allá, al más atrás y al más adelante, para resolver los problemas del muy acá.
La competencia era eliminada simplemente por medio de la hoguera, de lo que la historia da cuenta de manera abundante y escandalosa.
De hecho, en nuestra cultura occidental, la brujería es hija primogénita de la religión católica.
Esta tomó prestada a religiones más antiguas, la idea de un mundo sobrenatural, de una vida más allá de la tumba, ultratumba, y le grabó el concepto maniqueísta de bueno y malo.
La teúrgia, heredó el lado “oscuro”.
Pero en tiempos del monopolio religioso de estas prácticas esotéricas, surgieron Papas como León III que vivió y reinó en la Iglesia desde finales del año 795, hasta el 815.
A él se le atribuye el famoso “Enchiridion Leonis Papae” que como su nombre lo indica, es un manual de prácticas, de rezos y hechicerías indistinguibles unas de otras.
El primer convencido de su efectividad fue el mismo Papa, y por eso se lo envió de regalo al emperador Carlo Magno con una carta que, ya traducida a la letra dice:
“Sire: Si creéis firmemente en la eficacia de las oraciones que os remito, y las recitáis con devoción, vuestra influencia alcanzará las más altas cumbres de la espiritualidad y vuestro poder sobre la tierra será ilimitado. Os recomiendo eficazmente la primera de las oraciones. Si la recitáis con gran fervor y al propio tiempo la lleváis escrita en un pedazo de pergamino virgen, puedo garantizaros que, sea en las batallas, sea en los mares, o en donde quiera que os hallareis, ninguno de vuestros enemigos podrá venceros. No sólo seréis invencible, sino que os veréis siempre libre de toda suerte de adversidades, de lazos y de asechanzas. En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.”
No transcribo la oración por falta de espacio, pues es larguísima, repetitiva y aburrida, pero contiene advocaciones, conjuros a los seres del averno y otras larvas malditas y símbolos religiosos, unos todavía entendibles como la cruz, y algunos signos del zodiaco, y otros actualmente incomprensibles.
Otro Papa brujo fue Honorio III El Grande, que reinó desde 1216 hasta 1227. Organizador de la fracasada quinta cruzada, y del manual de brujería Grimorium Honorii Magni, que contiene también conjuros, oraciones para toda clase de asuntos tales como, para ahuyentar demonios, para no ser calumniado, voces cabalísticas para cazar serpientes sin ser atacado por ellas, talismanes para hacer inefectivos los venenos, y desde luego los filtros para hacerse amar de una persona renuente.
Y había entonces, como hay ahora, personas que creían en todas esas mentiras y siguiendo las indicaciones del Enchiridion y del Grimorium, rezaban estando presos, “para alcanzar una pronta libertad, siempre que no fuera asesinato”.
Para “que una esposa sea fiel a su marido o un esposo sea fiel a su mujer”.
Para “conjurar las armas y no ser herido por ellas”, cosa que ahora nos vendría como anillo al dedo.
Una multiusos: “oración para conjurar toda clase de peligros, tempestades, rayos, pestes, hambres, perros rabiosos, bestias dañinas, y asimismo para preservarse de los incendios, terremotos, inundaciones, y de una muerte repentina.”
Desde luego que la gran omisión de esos manuales esotéricos, siempre fue el conjuro para evitar Papas, curas, brujos, banqueros, abogados y políticos.
M.G.