Claudia Rodríguez
Qué impotencia tan grande vivir en un México en el que casi todo aquello que recae en las tareas de la Administración Pública Federal, funciona no solo mal sino lo que le sigue en sentido negativo.
El cúmulo de anomalías devienen no sólo de la tranza, la corrupción y el saqueo que por décadas se ha practicado en contra de los mexicanos, de igual forma abonan al freno nacional: la ineficiencia, el desconocimiento, el descaro, la falta de aptitud, la desfachatez, la omisión y el engaño.
Millones de mexicanos vamos cursando la vida adulta o la ruta final de nuestras vidas y moriremos seguro con la amarga respuesta de que las promesas no cambiaron al país y tampoco nos dieron oportunidad, pero es desgarrador también transitar en ese camino, con otra certeza aún más dolorosa e inquietante, y es que tampoco hay nada para nuestros niños y jóvenes, a no ser que un México más violento, sin freno a la indolencia.
Hasta el sexenio anterior, al menos las autoridades en específico se turnaban para dar la cara ante cualquier evento que requiriera respuestas y explicaciones, aunque aún no las tuvieran y nunca las obtuvieran o presentaran, sin embargo, hoy el país continúa su acelerado deterioro a pasos agigantados, y parece que ningún funcionario público hace ni conversación, ni mucho menos política a no ser lo que diga el mismísimo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
Ya no se hable de que la pobreza mata a los mexicanos, como está científicamente comprobado. Hoy nos matan sin receta, ni método de por medio; el exterminio es doloroso, pero más rápido y eficaz.
No hay hospitales, ni medicamentos, pero sí delincuentes y armas en acción.
No se entiende ya ni siquiera qué defendemos al grado de que se permita, así nada más, armar niños y priorizar su aprendizaje táctico para salvaguardar la vida y la de los suyos, si después no hay nada, ni habrá.
Niños y jóvenes que se enfrentan o enfrentarán de algún modo como víctimas o victimarios de la violencia alarmante de este país, es el resultado más fiable para ellos con el dictado del dejar hacer y dejar pasar.
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