Luis Farías Mackey
Democracia o encuestocracia. That is the question. — Nuestras imposturas de partidos, sus “comités de expertos” y bufaladas buscadoras de candidaturas nos vienen encaminando —no tan inocentemente— a una peligrosa perversión de la democracia. De uno y otro lado del espectro electorero se presume una democracia y episodios históricos ciudadanos nunca antes vistos, donde confunden democracia con encuesta. Ni el Frente, ni Morena hicieron ejercicio democrático y ciudadano alguno; a lo más que se acercaron fue a levantar unas encuestas de dudosa factura.
Que no nos confundan: preguntar opinión, muestrear, no es lo mismo que elegir y votar. Elegir es una acción de libertad y pluralidad; un ejercicio político ciudadano de soberanía. Encuestar es aplicar una metodología científica con rigor técnico y representatividad muestral para medir y proyectar opiniones; no decisiones. Sus resultados no vinculan ni siquiera a quien los levanta.
Nuestros votos los decidimos y ejecutamos nosotros, los reciben y cuentan nuestros conciudadanos, expresan la soberanía inmanente en el pueblo y vinculan a la constitución a los sujetos de su mandato: los mandatarios. Las “encuestas” en México hasta las levantan robots, sin saber quién les contesta al teléfono o si existe quien dice ser una persona en las redes.
En las encuestas en persona, según la senadora Citlalli Hernández, Morena ponderó el valor de las respuestas por condición social y geográfica. Una especie de humanismo discriminatorio.
Decir que sé es un demócrata consumado por atender a unas encuestas es una aberración política y un insulto a la democracia. Cuando mucho sé es un “demoscopatra”.