Norma Meraz
La pandemia que azota a gran parte de la población mundial obligará a gobiernos y gobernados a replantear su estilo de vida.
A decir de los científicos mexicanos, apenas vamos en el pico más alto del contagio, el punto más peligroso en el que debemos seguir todas las recomendaciones de distanciamiento social, quedarse en confinamiento y extremar la asepsia… y el gobierno ya anunció el reinicio de actividades en el ramo de la minería, la construcción y la fabricación automotriz.
¿Cuál será el protocolo para seguir? No lo conocemos, pero así será.
A partir a ese anuncio, mucha gente empezó a relajar las normas de la cuarentena, saliendo a parques, organizando fiestas de 15 años –en Xochimilco–, acudiendo a los mercados sobre ruedas, a supermercados y saliendo en vehículos particulares a pasear.
Es entendible hasta cierto punto que quienes llevan ocho semanas o más guardados en casa, unos trabajando a distancia y los niños sin convivir con sus amigos en la escuela y el recreo, estén desesperados por tomar otro aire, pero quien vive en un Palacio, rodeado de un centenar de personas a su servicio –humildemente– anuncie que la próxima semana retomará el ritmo de sus giras ahora semanales –en avión o por tierra– por el país.
Quien en lo que llevamos de pandemia nunca ha usado un cubrebocas, todo lo contrario, cuando inició el contagio no escuchó a los epidemiólogos y acudió a varios mítines, repartiendo abrazos, mordidas y besos a niños y viejitas, es más, invitaba a abrazarse a besarse a tener esas manifestaciones de cariño, cuando ya se nos había recomendado la sana distancia.
¿A quién le hacemos caso? Al científico estudioso del coronavirus o al señor Presidente que hace caso omiso de las medidas de sanidad? Si convoca a la indisciplina con el gran riesgo de contagiarse y luego de contagiar a otros.
Al señor de Palacio Nacional “ya le anda” por salir, verse rodeado del “pueblo” aplaudiéndole. Extraña sus recorridos de campaña, no quiere gobernar –que, a decir de él—“gobernar no tiene ciencia”.
Solo falta que, emulando a Don Benito Juárez, viaje por carretera con el Archivo de la Nación a cuestas, mientras el país se debate en medio del Covid-19, rebasando los 500 muertos por día y más de medio millón de desempleados que, de acuerdo con el gobernador del Banco de México, Alejandro Diaz de León, al cierre de este año se alcanzará la cifra de un millón cuatrocientos mil mexicanos sin trabajo, sin ingresos, sin esperanzas.
Más del 60% de los desempleados que son de trabajos fijos conforman parte de la clase media e irán a engrosar las filas del proletariado social y empujarán a los miles de pobres a un escalón más abajo que es la pobreza extrema. Entre 8 y 10 millones más de pobres, muy pobres.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, uno de cada seis jóvenes en el mundo se quedará sin empleo por la pandemia.
Ante este panorama, aquí en México el Presidente López Obrador pide, recomienda a la población que ahorre. ¿Qué ahorrarán los que se han quedado sin empleo? Tan solo en abril se cerraron ¡6 mil empresas!
Además de la pandemia del Covid -19, México encara otras pandemias, la económica y la de la criminalidad.
Por la pandemia del coronavirus, calcula el subsecretario de Salud Hugo López-Gatell, que el número de muertes puede llegar a 30 mil.
Por ahora México ocupa el lugar número 9 de 10 países con el mayor número de fallecimientos en el mundo.
Insisto, aún no llegamos a la cúspide de la enfermedad y el Presidente de la República es el primero en relajar la disciplina del confinamiento y el uso del cubrebocas que ya es obligatorio. Y él necio en reiniciar sus giras por el país, dando banderazos de salida a las obras del Tren Maya y, en Tabasco, a los de la Refinería de Dos Bocas.
¿Acaso el Presidente no habrá considerado que con él viajan un centenar de personas que pueden ser contagiados? ¿Que pueden poner su vida en peligro por un capricho suyo?
Un grupo de expertos de la Secretaría de Salud que encabeza la responsabilidad respecto de las medidas a tomar para evitar el contagio del Covid-19 establecieron un semáforo que marcará con rojo donde haya alto riesgo de enfermar por no cumplir con la sana distancia y confinamiento; el color naranja marcará cuando puedan relajarse las primeras medidas. y en color verde cuando la población pueda, bajo ciertas normas, salir sin abandonar la sana distancia.
Para tal efecto, la Secretaria de Gobernación, anunció de manera contundente que habría un solo semáforo federal al que los Estados deberían dé ceñirse.
Sin embargo, ya un grupo de gobernadores se habían adelantado a esta medida del semáforo, pero no federal sino al suyo propio. Acto seguido, los gobernadores se impusieron al gobierno federal manifestando que no estaban de acuerdo ya que la diversidad geopolítico-económica no admitía ser regida por un semáforo basado en lo que ocurra en la Ciudad de México.
24 horas más tarde, la secretaria Olga Sánchez Cordero, de Gobernación, cambió el tono y anunció que cada Estado tendrá su semáforo, pues las condiciones y propensiones de contagio y control epidemiológico varían de una a otra entidad.
Otra pandemia que no se atiende y menos se controla o enfrenta es la criminalidad. Una que se da intrafamiliar y otra a manos del crimen organizado.
Los sicarios no le han hecho caso a su mamá, al decirles que se porten bien, de acuerdo con el consejo del Presidente López Obrador. No hay día que no se registre un enfrentamiento entre cualquier cártel y los militares o la policía.
Los feminicidios van en aumento, las victimas no son atendidas, más bien son abandonadas por la justicia.
Fue más importante para el gobierno cerrar las casas refugio para mujeres agredidas, que mantenerlas para asistir a los miles de mujeres acosadas, golpeadas o violadas y otras hasta asesinadas.
Pero este tema por ahora no es de campaña, tal vez por eso es preferible dar banderazos aquí y allá, que atender el tema de la violencia contra las mujeres. Claro, mientras no se acerque la temporada de elecciones en donde el voto femenino es el que decide el triunfo de los candidatos, pues 7 de cada 10 votos son precisamente de mujeres.
¡Ah; pero olvidaba que vivimos en una democracia unipersonal y que “como México no hay dos”!
¡Digamos la Verdad!