Joel Hernández Santiago
Parece mentira que un gobierno que se preció de izquierda, como fue el que concluyó el 30 de septiembre pasado, haya dejado de lado uno de los preceptos que le dan sentido a esta corriente de pensamiento universal: la defensa de los derechos humanos.
Y no lo hizo con la desaparición de este organismo autónomo, como sí decidió la conclusión por mandato presidencial de otros organismos asimismo autónomos en su gestión.
Pero en el caso de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), ocurrió uno de los más grandes agravios que se pudieron asestar al organismo que fue, por muchos años, modelo de autonomía e independencia en distintas etapas de su existencia.
Lo hizo al ordenar que fuera presidenta de esta Institución una persona ajena a esta tarea de enorme importancia en México; una persona que no tenía ninguna experiencia en la materia, que no conocía a esta institución en su espíritu y vocación, y quien llegó ahí, desde el principio, muy cuestionada por distintas corrientes políticas y ciudadanas del país.
Así que por instrucción presidencial, se nombró como presidenta de la CNDH el 16 de noviembre de 2019 a la señora Rosario Piedra. Una licenciada en psicología por la Universidad Autónoma de Nuevo León y con maestría en Psicopedagogía por la Escuela de Ciencias de la Educación. No importaba: es hija de la emblemática y muy respetable luchadora social, Rosario Ibarra de Piedra.
El gran mérito de Rosario Piedra Ibarra era el del gran compromiso presidencial con doña Rosario Piedra de Ibarra, no con su hija. Y lo dicho: Ante este nombramiento, activistas por los derechos humanos y la oposición reclamaron su cercanía al partido de gobierno, Morena.
Luego, la mitad de los miembros del Consejo Consultivo —una especie de contrapeso al titular de turno— renunció en señal de protesta. Temían que la comisión perdiera legitimidad al poner a la cabeza a una activista con gran simpatía hacia López Obrador. Y ocurrió. De aquella CNDH previa a su llegada, no ha quedado legitimidad ni el respeto de los mexicanos:
Quedó claro que la prioridad de esta gestión parece haber sido proteger al gobierno, no a las víctimas.
Eso es: Ahí ha estado, cinco años la actual presidenta, en una CNDH a la que debilitó hasta el grado de anemia institucional, a la que menguó en su presencia y en su altísima responsabilidad y destino; una CNDH que desapareció de la defensa de los mexicanos, para ser un organismo solícito y callado dispuesto a los mandatos de gobierno federal a pesar de lo que ocurre día a día en todo el país…
Es una institución a la que los mexicanos llegaban con toda confianza, sabiendo que serían escuchados, atendidos y siempre en busca de una solución a sus peticiones, por supuesto mediante procedimientos establecidos en los que se buscara defenderlos en sus derechos humanos.
Y porque fue una institución que llevaba a cabo sus responsabilidades de forma independiente y autónoma de gobierno y partidos políticos.
Porque la CNDH, que mediante una reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación el 13 de septiembre de 1999, se constituyó como una institución con plena autonomía de gestión y presupuestaria y se comprometía a defender a los habitantes de México de los abusos de poder y los agravios de funcionarios de cualquier rango, así como conflictos entre individuos.
La señora Piedra Ibarra hizo mucho daño a la CNDH. Y le hizo mucho daños a los mexicanos. Y con todo, la señora quiere reelegirse para seguir siendo presidenta de lo que queda de la institución, y para seguir siendo solícita con lo que el gobierno en turno requiera y quiera, para mantener guardados bajo la alfombra los grandes problemas nacionales en derechos humanos.
Por otro lado, sólo a un gobierno incongruente y hasta criminal, hace que los derechos humanos del país sean descuidados, manipulados, omisos, silenciosos. Y que se haga cómplice de atrocidades que se cometen día a día en todo el país: Un silencio sepulcral que sólo beneficia a un gobierno en turno, federal, estatales o municipales y que propicia la impunidad y el dolor humano.
Y para esto, Morena y sus aliados no dudarán en designar ahí, para la presidencia de esta Comisión, a una persona 99 por ciento solidaria con ellos, en todo y apenas 5 por ciento capaz para la enorme tarea y responsabilidad. Ojalá no. Ojalá entren en razón. ¿Podría ser?
Y mientras tanto, en general las violaciones a derechos humanos provenientes de agente de gobierno, particularmente morenistas, no tienen las recomendaciones del caso. ¿Y los desaparecidos? ¿Y sus familias? ¿Y los homicidios dolosos? ¿Y los familiares de estos muertos, sobre todo aquellos que murieron como ‘daño colateral’?…
Hay más de treinta postulantes a la presidencia de la CHDH. La señora Piedra Ibarra ya se anotó para buscar su reelección.
Todo se sabrá luego de que 24 de octubre, los aspirantes comparezcan ante las comisiones del Senado de la República. Los resultados del proceso de consulta pública serán dados a conocer el 8 de noviembre de 2024. El nuevo titular ejercerá el cargo por cinco años, con la posibilidad de ser reelecto por una sola vez.
Lo que sigue es dejar morir a la CNDH de México o darle el sentido original por el cual fue creada y para lo que, durante años, fue ejemplo de ayuda, confianza, certeza y seguridad. No ahora.