Por Aurelio Contreras Moreno
El resultado de la elección interna del PAN, por el cual Joaquín Guzmán Avilés sería ya virtual dirigente estatal de ese partido, representa un golpe durísimo para el grupo político que encabeza Miguel Ángel Yunes Linares. Quizás tan fuerte, si no es que hasta más, como la derrota de su hijo en la elección por la gubernatura del año pasado.
De confirmarse plenamente el descalabro de José de Jesús Mancha Alarcón en la interna blanquiazul, significaría el fin de la hegemonía que por lo menos desde hace diez años ha ejercido la familia Yunes en el panismo de Veracruz, misma que han impuesto por la fuerza y a costa de aislar e incluso sacar de ese partido a figuras que en el pasado ayudaron a construirlo.
Es la misma actitud soberbia y sectaria que ha acompañado al político de Soledad de Doblado durante toda su carrera y que en su momento, hace 22 años, le valió que los grupos políticos locales del PRI –partido del que él mismo era presidente estatal en aquella época- se unieran en su contra para que fracasara durante las elecciones municipales del ya lejano 1997.
De cierta manera, la historia se ha vuelto a repetir. Políticos panistas que en su momento fueron sus aliados y trabajaron en favor de sus dos candidaturas a la gubernatura -y las de sus hijos Miguel Ángel y Fernando Yunes Márquez a diputaciones, senaduría, alcaldías y el gobierno de Veracruz-, le dieron la espalda, cansados de las imposiciones, el autoritarismo y el porrismo político con el que manejó a ese instituto, y se unieron para quitarle el control en el estado, lo que se reflejará muy pronto en sus posiciones de poder.
Por lo pronto, la primera cabeza en rodar –además de las de Mancha y sus colaboradores en el Comité Directivo Estatal- sería la de Sergio Hernández Hernández, quien sería destituido como coordinador de la bancada del PAN en la LXV Legislatura del Estado, según adelantó este mismo lunes Joaquín Guzmán Avilés, flanqueado por diputados como Enrique Cambranis y Nora Lagunes, quienes sufrieron hostigamiento político por parte de aquél en su grupo parlamentario.
Al perder el control del PAN en Veracruz, la pretensión del ex gobernador porque su hijo Miguel Ángel Yunes Márquez repita como candidato a la gubernatura en 2024 estaría cuasi anulada, lo que ha llevado a especular sobre cuál será su futuro político.
Un regreso abierto de Yunes Linares al PRI se antoja poco probable, con todo y que sobre la actual dirigencia estatal tricolor existen señalamientos –más allá del mencionado por el impresentable Javier Duarte- sobre presuntos pactos con el panista. Y aun cuando en el Partido de la Revolución Democrática podría encontrar refugio sin demasiado problema, de muy poco le serviría un cascarón que, con mucha suerte, apenas si podría conservar su registro en las elecciones intermedias de 2021.
Y si a eso sumamos que la relación de los Yunes con la actual dirigencia nacional de Acción Nacional también se habría fracturado –lo cual quedó de manifiesto con las acres críticas lanzadas por Yunes Linares contra el Comité Ejecutivo Nacional que encabeza Marko Cortés, durante el desesperado e inútil relanzamiento de la campaña de Mancha en su casa de El Estero-, el escenario se torna negro para el ex gobernador y su grupo.
Sin fuerza, enfrentado con su propio partido y acorralado por un régimen que ha sacado las garras y tiene cuentas pendientes con él, Yunes Linares estaría en la antesala de una persecución incluso de tipo judicial. Se cumpliría a cabalidad aquel adagio que reza que “los verdugos de hoy serán las reses del mañana”.
Algo que, por cierto, también deberían aprender quienes hoy juran que dominarán México y Veracruz para siempre.
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