La Guardia Nacional en San Luis y Ferguson, Missouri. Desde la muerte del adolescente, Michael Brown el pasado 9 de Agosto, a manos del oficial de la policía de Ferguson, Darren Wilson, el acontecimiento solo ha crispado la polarización de la sociedad estadounidense.
Los sangrientos embates militares entre israelitas y palestinos en la franja de Gaza; el apoyo de Rusia a las fuerzas contrarias al gobierno legítimo en Ucrania, en una guerra civil manipulada, desde el Kremlin, que día a día escala a dimensiones que pretenden desestabilizar la región, casi vecina, de Europa Occidental; las declaraciones del “rehén- estratégico- mediático” de Putin, el ex colaborador de la NSA (la agencia de seguridad nacional), el informante Edward Snowden, quien ya manifestó su deseo entregarse a las autoridades de la nación con tal de regresar a casa; las crecientes muertes, cada vez más y, de personas infectadas con el terrible virus del Ébola, no han silenciado a la sociedad afroamericana del suburbio Ferguson de San Luis.
El ruido en los medios de comunicación acapara, desde entonces, los titulares en la prensa escrita, en los medios electrónicos y, es motivo de debate público y privado, que evidencia la real y latente discriminación racial que se vive desde la costa de California hasta los muelles de Nueva York.
Minorías que creímos “olvidadas” como el funesto Kukuxklán, alzan la voz de odio en contra de los de color y, también amenazan con liquidar a los menores no acompañados de Centroamérica de pisar suelo estadounidense.
Los miembros del Tea Party, dentro de su insensatez extremista de derecha han sido más cautelosos con sus declaraciones, idiotas no lo son. De cara a las elecciones intermedias sería nefasto hacer bandera la bochornosa muerte del joven, Brown, de 18 años, quien indefenso cayó tras tres certeros balazos de los seis que le tiró el oficial Wilson.
Brown, presunto ladrón de una tienda de conveniencia, sin antecedentes penales, al quien después de dos autopsias le encontraron huellas de marihuana en la sangre, sugiere varios cuestionamientos: ¿Brutalidad policiaca? ¿El color de la piel motivó la agresión? ¿O, la mala decisión de un oficial atemorizado?…
El desaseo, o encubrimiento, por parte de las autoridades policiacas ha sido mayor. Hasta el fiscal general, Eric Holder, debió intervenir para apaciguar los ánimos, exigiendo una tercera autopsia, además del de la dela policía, y la de los padres del chico. Pareciera que la acción de Holder no viene al caso. El clamor popular manifiesta justicia y cárcel al oficial Wilson.
Es evidente, que algo no nos ha platicado todavía el señor gobernador de Missouri, Jay Nixon, quien ha declarado toque de queda en Ferguson, suburbio de mayoría negra, quien no ha hecho caso de la orden. La intervención de escuadrones policiacos de la capital y de la patrulla de caminos armados hasta los dientes para repudiar a los manifestantes con balas de goma y gases lacrimógenos han sido en vano. La policía local, hace mutis, que es lo mejor, en cada intervención pública para explicar el incidente la hunde más dentro del marasmo de contradicciones.
Los llamados de concordia del presidente, Barack Obama, no logran contener los enfrentamientos de los indignados habitantes en contra las fuerzas del orden, la ira de la población refleja facturas pasadas de descontento, que lamentablemente distorsionan el descontento al caer en el pillaje a establecimientos comerciales.
Hasta hoy, las críticas se suman a lo que parecieran policías paramilitares, por el exceso que cargan en equipo mortífero, la conducta intransigente para contener a presuntos criminales menores, los mandos de las autoridades reflejan con esta proceder, temor al incendio social en vez de guardar el orden y servir a los ciudadanos.
Tan ya se les salió el problema de las manos a las autoridades estatales y federales, que en San Luis la capital del estado, las calles se mantienen en batalla campal y, a partir hoy la Guardia Nacional patrulla para restablecer la paz San Luis y Ferguson. La escalada de violencia en los días pasados terminó en tiroteos, detenciones y acusaciones de agresiones premeditadas por parte de algunos manifestantes, que se sospecha, “son externos a esas comunidades”.