La Nación estrena rostro. ¿Acaso simboliza un presagio para aprobar la reforma a la Ley de Inmigración?
Complejo comprender como en cinco días hábiles tres añejas asignaturas cismáticas hacen ondear la bandera con los colores del arcoíris en vez de la ominosa bandera confederada. El Obamacare, La Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible o reforma sanitaria de Obama, llegó para quedarse. La más alta autoridad judicial así lo determinó. Hasta hoy, el legado más preciado de su paso por la Casa Blanca del primer presidente negro de la historia.
La decisión de los jueces supremos, de inmediato, levantó ámpula entre los políticos más conservadores del ala reconocida como halcones, representantes acérrimos de la extrema derecha como el precandidato republicano a la presidencia Mike Huckabee quien de inmediato reaccionó con esta frase caustica: “Debemos resistir y rechazar la tiranía de la Suprema Corte.” Desafiando a la más alta autoridad, a la que ni el propio ejecutivo es capaz de cuestionar.
Matrimonio de personas del mismo sexo. Con votación muy cerrada de 5 votos a favor y 4 en contra, la Suprema Corte de Justicia lo legalizó en los 50 estados que conforman el país. Dio por terminado el forcejeo entre tirios y troyanos de una vez por todas.
El caso de los símbolos sureños, el de los confederados pro esclavitud en los años 1800’s, con tufo hasta hoy, segregacionistas, racistas, fervorosos creyentes de la supremacía blanca por su propio peso cae día a día, no se trata de alguna determinación jurídica, sino el mero clamor popular de una mayoría tolerante diversa, siempre y cuando no se meten en el jardín posterior de su casa.
Para Obama todos estos signos políticos son favorables, sin embargo, no debería considerarlos como victoria de su administración, sin menoscabo de su empecinamiento, paciencia, cabildeo, negociaciones de toma y daca, además de las acertadas diligencias de su sólido equipo jurídico, igualmente se debe olfatear a que el congreso de mayoría republicana de cara a las elecciones del 2016 incoa desde todos los flancos para sembrar simpatías a favor de su candidato a las presidenciales.
El catálogo de precandidatos republicanos ya suma nueve, exhibidos a los ojos y paladar de los electores como un abundante buffet para discernir de entre esa vastedad de platillos sinsabores, inapetentes, alguno tentador para afrontar a la arrolladora precandidata del partido demócrata Hillary Diane Rodham Clinton. Favorita hasta hoy para vencer en las elecciones del 2016, bajo el lema de campaña “Ready for Hillary 2016” (Listos para Hillary 2016), o simplemente “Hillary for 2016.
No todo es miel sobre hojuelas para la ex estudiante de leyes de la Universidad de Yale. Por 12 años fue la primera dama de Arkansas (1979-1992) durante la gestión de su esposo Bill Clinton como gobernador. Primera dama en la Casa Blanca por ocho años (1993-2001), senadora por Nueva York (2001-2008) y secretaria de estado en el primer término (2009-2013) de la actual administración del presidente Barack Hussein Obama.
Hillary, cuando menos, trae sobrepeso de 3 “pecados capitales” en el equipaje del pasado, excelentes debilidades para que la artillería republicana la utilice para desprestigiarla; el caso Whitewater, un incidente turbio inmobiliario. Este suceso les cayó a los Clinton como balde de agua fría durante la campaña presidencial de Bill en 1992. Fueron exonerados. Victoriosos, arribaron a la Casa Blanca.
El segundo tema se refiere a ella como secretaria de estado. Cuando la representación diplomática estadounidense en Bengasi, Libia, fue atacada por un comando en donde el embajador de EE. UU., J. Christopher Stevens y otros tres estadounidenses murieron. Se arguyó en su momento la falta de preparación para enfrentar ese operativo en contra a las instalaciones estadounidenses. La explicación: “se debió a la confusión de la niebla de guerra”. La incógnita se mantiene en el aire, a pesar, que Rodham Clinton aceptó la responsabilidad.
El tercero y más reciente, se refiere al uso-de Hillary- de su cuenta personal de correo electrónico para enviar mensajes del departamento de estado. También compareció ante un jurado. Salió “ilesa”, sin embargo, la situación despertó en el público y el electorado un nubarrón oscuro de incredulidad, desconfianza… (Los estadounidenses comunes no aceptan la mentira, que los políticos sean, de más, mentirosos, les basta con pedir perdón en público para hacer borrón y cuenta nueva)
El presidente Obama bien podría gastar su resto de capital político, si algo le queda, para insistir en la reforma migratoria, al fin y al cabo, no existe presión de reelección, excepto, no cometer ninguna pifia para descontarle votos al próximo candidato presidencial.
Sobre la base de los insólitos logros de la semana pasada, y el mood (estado de ánimo) de los republicanos. Este podría ser el preciado momentum para alcanzar, ese, su compromiso de campaña y dejarle el camino bien abonado a Hillary 2016.