Mujeres. Claudia
Sus lágrimas obligan perseguirla al fin del mundo. Montado en mi bicicleta ocurro a mil velocidades rescatar la pena. El amor, ¡nuestro amor! ¿En las rendijas de la pasión desanimarlo por una simple mudanza? Insensatez familiar, origen de macho, más majo a cualquiera, celoso… estirpe del garañón, fulano cargante. Merece contradecir toda oposición.
La avenida de los Insurgentes corre del norte al sur la ciudad de México, los ingenieros del Departamento del Distrito Federal calculan la longitud 20 kilómetros. Las amplias aceras arboladas. El verdor enriquece camellones divisorios al tráfico vehicular que circula ambos sentidos, huésped de residencias de arquitectura multiforme. Copiar al antecesor moderno funcional a la posguerra, estilo cuadrado práctico, o perseguir de lado la riqueza mexicana, descalifica la proeza arquitectónica porvenir.
El remedo los años cuarenta, ejercita la evolución a proe casas audaces enormes amplísimos ventanales dejando atrás la época afrancesada del porfiriano, remedo ocasional al vecino del norte. Pasada la segunda guerra mundial donde la paz obliga prosperar con óptica lozana (Mirar a lantana…esperanza ¿o? silencio de…) Las aves con los rayos del sol invaden las ramas al amanecer, trinan, señal abandonar el mullido nido, surcar el cielo límpido de la ciudad en busca de alimento. El sonido de los cláxones, el rugido de los vehículos las apresuran a abandonar el confortable lecho.
A nuestras manos las abunda la inocencia, los labios se ocultan al tálamo aroma a rosas, creo, la textura similar a golosinas, no pétalos. Nos vigilan. A ocho años de edad, deseamos descubrir más allá la candidez. Desconocemos el inicio.
El candor nos aventura arrebatarle al sol la luminosidad. La tibieza de las palmas temblorosas acecha nuestros cuerpos.
Maestro, hoy me dejo sin palabras.
Le apremio a continuar Mujeres. Con respeto un beso
Narrativa en prosa poética muy al estilo inconfundible de Ruben Cazalet.
Precioso.