Crónica de dos chacales contemporáneos. Cuando Fulgencio Batista el dictador cubano derrocado en 1958 por Fidel Castro rumbo al destierro final en Gualdalmina cerca de Marbella, España, su contlapache, Rafael Leónidas Trujillo diez años mayor a él, le acogió en la Republica Dominicana.
Para abandonar el país, Batista pagó dos millones de dólares. Aquel que le extendió la mano se la cobró sin miramiento, acorde a su reconocida codicia.
Batista ingresó al ejército por necesidad no por vocación. En paralelo estudio periodismo. Su obra cumbre, “Sombras de América”, se publicó en México en 1946. Sin embargo, las letras no fueron lo suyo, sino la milicia. Maestro de la conspiración siempre tras bambalinas.
En 1928, tras ser ascendido a sargento se acercó a círculos contrarios a la dictadura de Gerardo Machado, siendo el máximo exponente del movimiento. En 1930 después de tomar el poder, Carlos Manuel de Céspedes, haciendo eco al descontento popular, por la política general, la difícil situación económica que prevalecía en la isla herencia de la dictadura sin viso de mejoría con el nuevo gobierno, de acuerdo a su actuar, detrás del telón, organizó las fuerzas estudiantiles con quienes asentó un certero motín militar. Logró constitucionalmente un gobierno provisional bajo el mando de Ramón Grau San Martin.
Batista, no encabezó la presidencia, a pesar de ser el hombre fuerte de Cuba. Resistió la tentación ante un país convulso, prefirió ser senador, no fue hasta 1940 que cumple su primer periodo en la silla presidencial, legaliza al Partido Comunista Cubano, toma serias medidas sociales y económicas para mejorar la maltrecha hacienda, al lado de su mejor aliado los Estados Unidos, al cual le permitió el uso, en la isla, de bases militares durante la Segunda Guerra Mundial. Al término de su periodo en 1944, acepta que le suceda Grau San Martin. Por voluntad propia se acantona en Florida por tiempo indeterminado, ahí es donde escribe “Sombras de América.”
En 1948 regresa a Cuba. En su escaño como senador prepara su candidatura para las elecciones presidenciales de 1952. Insatisfecho por las condiciones que prevalecían en el país decide dar un golpe de estado y tomar el poder en calidad de dictador. En realidad, esa fue la excusa, sucedía que en las encuestas a 4 meses de distancia de los comicios lo situaban en tercer sitio. Disuelve el congreso, prohíbe cualquier partido político, y suspende la Constitución de 1940.
En 1953, acaba con la primera intentona de Fidel Castro para derrocarlo y lo encarcela. No es hasta la noche del fin de año de 1958 cuando la guerrilla acompañada del pueblo le obliga a huir, a cobijarse con su “amigo tirano”, el sanguinario Trujillo. Quien fuera asesinado el 30 de mayo de 1961, en el kilómetro 9 de la carretera Santo Domingo-San Cristóbal, después de 31 años de tiranía, de culto a la personalidad, anticomunista de hueso colorado, propietario de las empresas clave en la dominicana, dueño de una fortuna estimada en cientos de millones de dólares y 50,000 muertes a cuesta.
Las 60 balas que impactaron su automóvil fueron provistas por la CIA, por “Héctor”, el nombre clave del enlace, un norteamericano afincado en La República desde 1942, propietario del único supermercado, Simon Thomas Stocker mejor conocido como “Wimpy.”
Ramfis Trujillo, el hijo mayor del cruel dictador, le sucedió en el poder. Militar por obligación y playboy por vocación, íntimo del célebre Porfirio Ruborosa, también dominicano, desde los años mozos, en 1963 ya radicado en España, se reúne en Haití con el sanguinario Johnny Abbes lugarteniente del viejo Trujillo para reunir fondos para asesinar al presidente John F. Kennedy en represalia por al complot contra su padre.
Tiempos en, los de la talla de este par, Rafael Leónidas Trujillo, Batista, Somoza, Pinochet, el mismo Fidel al inicio de su campaña en Sierra Maestra, más otros en Guatemala, Panamá, eran protegidos de la CIA, para hacer de las suyas y favorecer a las multinacionales en esos países.
Hoy, la intervención en esos asuntos cuenta un nuevo plumaje, bajo instituciones como el FED (Sistema de Reserva Federal), los tratados de libre comercio, los dictados del manejo de la economía, la calificación de certeza financiera, la narco dependencia, más otras “honorables medidas geopolíticas”.
Batista fue clave, en la instalación de casinos y construcción de hoteles en la Habana, de la mano de sus compinches, los reconocidos gánsteres, post Al Capone; Bugsy Siegel (desarrollador del primer hotel en las Vegas en 1946; El Flamingo), Meyer Lansky, Lucky Luciano y Frank Costello.
Fulgencio Batista se las vio negras con el certificado de nacimiento, igual al pelele colombiano Nico (in) Maduro, no es error. Que se autoproclame venezolano es otro cantar. Cuando las elecciones presidenciales debía presentar el documento como requisito indispensable para concurrir a ellas. El existente decía Rubén Zaldívar, el origen de este lo motivó la negativa de su padre Belisario Batista a darle nombre y apellido. Su madre, ante tal situación, le registró con su apellido; Zaldívar.
Batista muere a los 73 años con una fortuna bajo la almohada de cien millones de dólares, menuda en relación a la de Trujillo, todo gracias al digno esfuerzo de cubanos y dominicanos.
Ojala la historia no se repita en México bajo el desatino presidencial de EPN, la avaricia del virrey Videgaray y sequito de cuatreros que los acompañan.