El inexplicable asesinato de veinte niños y niñas menores a de diez años, y seis adultos, en la escuela primaria Sandy Hook, en el placido villorrio de Newton en el estado de Connecticut, derramó la gota de agua para revisar, de una vez por todas, el “sagrado” derecho a portar armas en el país.
Desde el viernes pasado en que ocurrió el lamentable suceso, todas las cadenas noticiosas intentan explicar el motivo, del por qué el joven de veinte años, Adam Lanza, decidiera cometer el cobarde asesinato, empezando por su propia madre. La elástica legislación del derecho a portar armas (Segunda enmienda a la Carta magna de los Estados Unidos de Norteamérica) por primera vez, en los últimos veinte años, esta en tela de juicio.
La sociedad en general pide a gritos una reglamentación más severa a nivel federal al respecto. Se estima que existen 270 millones de armas dentro de una población de 315 millones de habitantes, equivale a que cualquiera de nuestros vecinos posee una.
¿Para qué? Si de algo se engalana ésta nación es de las fuerzas policíacas, la seguridad y los burós de inteligencia e investigación más sofisticados del mundo.
Acaso los 11 millones de personas que padecen alguna enfermedad mental, saldrán mañana a acribillar a algún connacional. La respuesta, lamentablemente, es afirmativa. Porque de esos enfermos mentales, cuando menos, entre el 3 y 5 por ciento han cometido crímenes violentos durante los últimos doce meses.
Mientras a ambos temas los conocemos en números, nadie hace algo efectivo por detener ambas circunstancias.
La cuota anual de masacres que incluyen más de cuatro víctimas promedia 160.
Durante la pasada campaña electoral ninguno de los precandidatos republicanos, y posteriormente el candidato Mitt Romney, al igual que el presidente Barack Obama, ni por asomo, tocaron éste sensibilísimo tema.
Tendría que suceder el vil asesinato de veinte chiquillos para que la población solidaria exigiera un ¡Alto!
Por supuesto que no derogaran la segunda enmienda a la constitución, simplemente porque va en contra al derecho a la libertad, sin embargo, resulta promisorio que la federación si establecerá todos los candados posibles para restringir la venta y uso de armas.
Este tema sacará chispas en el Congreso por la multimillonaria industria a la que afectará, no solo localmente, sino a la exportación discriminada como la nefasta operación de “Fast and Furious” que afectó a México.
Caído el niño al pozo, quizá veamos alguna una mejoría sobre el tema.
Por otra parte, que en apariencia no tiene nada que ver, la reforma a la ley de inmigración pasaría en silencio en beneficio de otros once millones de personas que viven sin documentos.
El pleito, el cabildeo, los intereses políticos y económicos se centrarán, en el cómo endurecer la ley federal del derecho a portar armas.