Segundo aniversario de los activistas “Occupy Wall Street”, la versión yanqui de la “Primavera Árabe” en el Oriente Próximo, aquélla ola revolucionaria de protestas, unas pacíficas, otras violentas que iniciaron el 18 de diciembre del 2010, que desalojaron del poder a los déspotas en Túnez, Egipto, Libia y Yemen, mas la erupción, en Siria y Bahrein, de la guerra civil.
La trascendencia de los “Ocupantes de Wall Street”, excepto, la cobertura de los medios, y un impacto menor en la conciencia ciudadana, igual al movimiento, en México, #132, se quedaron en suspiro sin alcanzar esperanza de cambio.
Los activistas, OWS, vuelvan al parque Zuccotti, de donde fueron desalojados en noviembre del 2012 por el alcalde de Nueva York Michael Bloomberg, quien por cierto, otra vez la revista Forbes lo clasifica como el hombre número 10 más rico de la nación.
La relación no tendría en apariencia nada que ver con los 150 manifestantes, que se citaron en la plaza para conmemorar el 2ndo aniversario, excepto, ser el 99% de los pobres de la nación, mientras que el alcalde, representa, justo, el 1% de los billonarios que irritan a la población en general.
Uno de los manifestantes en el parque Zuccotti, de apellido, Sobukwe, comentó que realizarían varias manifestaciones por el bajo Manhattan en apoyo a los trabajadores de cadenas de comida rápida, que desde hace dos semanas, realizan plantones en las aceras al frente de sus lugares de trabajo exigiendo mejores salarios.
La iniciativa del señor Sobukwe parece contraria al principio del movimiento en el que participa; sin líderes; sin demandas específicas; sin agenda: Amorfo.
El único motivo de reunión mostrado hasta hoy por los integrantes de OWS, es la protesta contra de todo lo que, a su santo juicio universal, no opera correctamente en el mundo, se afanan por acercarse a una quimera.
Mejor, mucho mejor, que balearse entre hermanos o utilizar armas químicas contra ellos, como lo demuestra la alarmante declaración del secretario de las Naciones Unidas, al referirse al caso de Siria como el más grande atentado de uso de armas químicas desde 1988 en Irak.
El acuerdo, al que llegaron Rusia y EE.UU., para evitar el ataque militar en contra de las fuerzas armadas de Siria, a cambio de la inspección y destrucción del arsenal de armas químicas de Bashar Al-Bassad, es una verdadera burla a la inteligencia de los ciudadanos del mundo.
Al-Bassad, cuenta desde ayer hasta noviembre para elegir cuáles conservará.
Mientras los inspectores internacionales cuestionaran, igual que en Irak, quién o quiénes controlarán el resto del arsenal sirio no declarado para inspección.