La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Lo que funciona es subirse a la ola, por lo tanto, hay que profundizar la herida
A pesar de problemas tan graves como la pandemia, la inseguridad y la más severa crisis económica que hayamos vivido, el presidente López Obrador, sigue manteniendo una buena aceptación entre el electorado, su popularidad ha menguado, sin embargo, no se colapsó.
Para muchos analistas, el fenómeno no es fácil de comprender, quizá se debe a que utilizar las variables tradicionales no funciona. En todo caso, el tabasqueño toma energía del resentimiento social en contra de la partidocracia y lo único que hace, es marcar diferencia.
En efecto, la gestión del actual mandatario ha estado llena de simbolismos más que de acciones: no ha crecido la economía, pero no se sube al avión presidencial. No hay una estrategia exitosa para disminuir la inseguridad, pero se dedica a vender cachitos de lotería.
Si faltan medicamentos para combatir el cáncer infantil, la forma de ‘remediarlo’ es exhibir los videos y la declaración ministerial del Lozoyagate. Cuando se habla de la fallida política pública del doctor López-Gatell para mitigar el COVID19, nadie como García Luna para darle la vuelta.
Se podrían citar más ejemplos, pero está visto que mientras dure la indignación contra la corrupción, frivolidad e impunidad de los gobiernos precedentes, don Andrés gozará de cabal salud política, entre más crispamiento, mejor para él.