Luis Farías Mackey
El desplome del helicóptero de la Marina que transportaba al comando élite que acababa de captura a Caro Quintero me obliga a rescatar una anécdota que ya he contado en otra ocasión. Ruego me disculpen y acompañen a la conclusión que explica su resurrección.
Aquella mañana en el extenso norte mexicano volábamos muy temprano a una población con una pista de aterrizaje que no permitía el uso de un avión grande, de suerte que el avión presidencial —no éste de ornato y costos y rifas sin destino— sino uno anterior, no podía utilizarse. La comitiva y la fuente presidencial tuvieron que repartirse en aviones pequeños de la flota del entonces Hangar Presidencial y como algunos de ellos ya estaban comprometidos en viajes de negociaciones internacionales del personal de Hacienda, el hoy extinto Estado Mayor Presidencial rentó un avión a Pemex.
Todo iba bien, hasta que el secretario particular del presidente, a quien le gustaban las tortas del Estado Mayor y siempre que había vuelo temprano se esperaba para desayunarlas, se quejó que, en el avión de Pemex, en el que le había tocado volar, no le dieron su torta.
Fue entonces que ardió Troya, todos los elementos desplegados en esta gira, tanto del Estado Mayor Presidencial como de la Zona Militar correspondiente, y todo el personal del Hangar Presidencial, sin distingo de grado ni tareas quedaron arrestados por 72 horas con la mácula en sus expedientes.
Me causó gran intriga el porqué de la draconiana medida. Por más estrecha que fuera la amistad entre el secretario particular y el jefe del Estado Mayor, o el gusto del primero por las tortas del Hangar Presidencial, que sí eran verdaderamente de otro mundo, el castigo me pareció desproporcionado.
Por la noche le pregunté al general el porqué del arresto. No sin temor a que me mandara con cajas destempladas a no meterme en lo que no me importaba, pero no fue así y me contestó.
“Si estuviéramos en guerra y lo que faltaran fueran balas qué haría Usted. Este es un Ejército y el avituallamiento, en cualquier asunto de que se trate, puede llegar a ser de vida o muerte”.
Regreso al helicóptero de la Marina. Que la nave que transportaba al cuerpo de élite en la captura a un capo de interés especial de Estados Unidos no llevará gasolina sobrada para la operación y extracción segura del sitio de conflicto me parece algo fuera de toda lógica.
Segundo, si por maniobras tácticas se hubiese quedado sin gasolina, debieron operar los protocoles de rescate que se tienen. Para esos efectos, aterrizar en algún paraje con cobertura de las fuerzas desplegadas en círculos en torno al operativo y por aíre de otros helicópteros, incluido el que debiera sacarlos sanos y salvos de la zona de peligro.
Alegar que se quedaron sin combustible es un insulto a las fuerzas armadas, más aún, en misiones de esta envergadura.
Los publicistas del gobierno creen que todos son de su condición y estatura, y que los mexicanos y el mundo entero es tonto.
No es así.
QEPD nuestros marinos, a los que el presidente no se dignó acompañar en su postrer adiós.
— Quiera Dios que las versiones que corren de que fue un problema de mantenimiento por la política de austericidio selectivo no sean ciertas, porque hay negligencias que incurren en responsabilidades de gran calado.