MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Va de cuento…
Ocurrió que la mañana de ese domingo de elecciones se cumplió puntualmente el ritual de instalación de casillas en prácticamente cien por ciento de los distritos electorales. Los consejos, organismos e institutos y todos esos entes constituidos como árbitros comiciales reportaron al INE el parte de apertura sin novedad.
Y los consejeros, la Santa Inquisición Electoral, sonrieron… Se aprestaban a calificar una jornada comicial más, con la reglas aprobadas y descalificadas, paradojas de la elemental praxis política, de los diputados federales que legislaban de acuerdo al rumbo que soplaran los vientos de alianzas, acuerdos, convenios, experiencias, resultados…
Por eso, porque los vientos de sotavento no orientaron hacia la segunda vuelta y la revocación de mandato, en el Congreso de la Unión se evitó entrar en la discusión que se demandaba desde espacios comandados por personajes que el sistema había apartado, enviándolos a la banca porque sus aportaciones no abonaban para la tersa sucesión presidencial, a dirimirse el año siguiente.
Pero esa mañana dominical se cumplía la liturgia, los bloques de las boletas minuciosamente revisadas para evitar sorpresas se alinearon; las urnas fueron armadas y se confirmó que no tuviesen recovecos donde algunas boletas embarazaran al recuento.
En la víspera, soterradamente y en redes sociales, los candidatos habían echado su último recurso proselitista, se descalificaron mutuamente y para no dejar de lado la estridencia advirtieron que no aceptarían fraude; con una maquillada postura de civilidad, llamaron a los ciudadanos a acudir a las urnas y evitar que el abstencionismo dictara el rumbo final del proceso.
Y es que, recordaban en los cuartos de guerra de los equipos de campaña, es un grave error soslayar esa banda de indecisos, de los que no opinaron en las encuestas, porque éstos se alzan fieles de la balanza y, en esos decisivos segundos frente a la boleta, deciden quién será el Presidente, el gobernador, los senadores y diputados y alcaldes…
Fresca mañana dominical, presidentes, presidentas, escrutadores y escrutadoras, en fin, todos los funcionarios de casilla se apersonaron tempranito, con el semblante, empero, de quien tuvo mala noche quizá aguijoneado por los sueños de poder o los temores de no cumplir el ordenamiento legal como cita el librito.
O, por qué no, las ojeras obedecían a la consecuencia de quien se niega a participar en un cochupo y cerrar los ojos frente a una urna embarazada, negar la realidad de un ratón loco y hasta la operación tamal, ésta de quienes invitan a ciudadanos a desayunar opíparamente y luego los llevan a votar y la compra del sufragio según el sapo es la pedrada. ¿De a dos mil por voto? Y hasta de doscientos.
En fin, llegaron los observadores electorales, éstos ciudadanos que se vuelven Torquemada a boca de urna para cuestionar y hasta regañar al ciudadano que incurre en un desliz verbal o se atreve a tomar la foto con celular a su voto. También se apersonaron los representantes de los partidos políticos, otra pléyade de militantes de recalcitrante vocación endiosada con el líder o aquellos dirigentes que han ofrecido el maná del cielo…
Todo listo, todo en orden. Pasa la patrulla de la policía local y se detiene y uno de los jenízaros desciende y pregunta si ha habido alguna novedad. Nada, nada, todo en paz. Esperan la asistencia, participación cívica de los electores. La campaña para llamar al sufragio costó un dineral, buena parte pagada por los órganos electorales, otra por los equipos de campaña.
Pero, no prendieron los candidatos, pese al dineral que le metieron a la promoción. Topan con la pared de la incredulidad ciudadana, escéptica condición del elector que está harto de más de lo mismo, postura de quien no cree en candidato alguno porque, de seguir a pie juntillas la esencia de las campañas, todos y todas son delincuentes, engañabobos, chapulines que saltan de un cargo a otro, ilusionistas y encantadores de serpientes que se saben vender como hombres y mujeres que salvarán al país de la debacle, que devolverán credibilidad.
¿A quién creer? ¿En quién confiar? ¿Con melón o con sandía? Y los funcionarios de casilla esperan desquitar esa tarea ciudadana. Pero, en la calle transitan los vecinos, desde lentos vehículos asoma la sonrisa de quien ha decidido no votar.
Cuidado con el abstencionismo, es el veneno de la democracia. Pero los ciudadanos han decidido beber de ese elíxir que les reconforta para no asistir a votar. Y como dice Joaquín Sabina, se dieron las diez y la once, la doce, la una y las dos… Y no hay electores; no hay filas ni despistados ciudadanos que hubiesen desoído la convocatoria a no votar.
Finalmente se había cumplido la premonición y ningún ciudadano se paraba en las pulcras instalaciones de la casilla para sufragar.
Se cumplía la advertencia de no votar porque nadie creía, nadie creyó en las ofertas de campaña. ¿Más de lo mismo?, se preguntaban actores de este desdén a la urna. Que con su pan se lo coman. ¿Ganará el que reúna más moscas? Mejor desmarcarse a tiempo y no enfrentar a un equipo de gobierno que asumió el cargo sin el respaldo ciudadano.
¿Un día si electores? ¿Y quién o quiénes gobernarían? Sin duda los más listos que no se darán cuenta de su carácter ilegal porque nadie, nadie votó por ellos. Sería el mismo escenario después de una votación copiosa, porque los elegidos no volverán a buscar a sus electores. Total, es lo mismo con o sin votantes. Conste.
JUEVES. Johnson Controls, compañía global y líder multi industrial de tecnología diversificada que opera con gran éxito en nuestro país, en la creación de edificios inteligentes, soluciones de energía e infraestructura integrada dirigida hacia el desarrollo de ciudades y comunidades inteligentes, celebró recientemente un acuerdo con el World Green Building Council (WorldGBC) como su primer socio en la Red Regional de las Américas.
Dicha red representa una comunidad de 19 Consejos de Construcción Sostenible (GBCs) nacionales y miles de compañías afiliadas en Norte, Centro y Sudamérica.
El propósito del acuerdo es apoyar a ciudades para el desarrollo de políticas de eficiencia, mediante el intercambio de mejores prácticas de escuelas verdes, junto con Instituto Mundial de Recursos y Banco Interamericano de Desarrollo.
Con ello, según Clay Nesler, Vicepresidente de Relaciones con la Industria de Johnson Controls, se tendrán grandes beneficios económicos, sociales y ambientales a partir del desarrollo de construcciones verdes como plataforma crítica para la creación de ciudades más inteligentes, más seguras y sostenibles. Digo.
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