Mauricio Carrera
Hablemos de lo venidero: la depredación de la juventud, no de lo juvenil hecho deseo eterno. Mi vida como un fantasma de lo que fui (aventurero, jugador inagotable de futbol americano, mensajero en París, casado, habitante de otros países), mi vida como una promesa escueta y primordial de este hombre real y presente que soy (con mi pequeña fe hacia las cosas y valores del mundo, pero con la claridad de querer cerrar el paréntesis entre felices erotismos, sagrados viajes, novelas donde escribí con mentiras algunas verdades, donde dejé a mi hijo la herencia de mis bondades, entre la noción haber sido muchas cosas y ninguna, con el gozo de las playas, los vodkas y los manjares, y con la convicción –esa última falsedad de la sabiduría- de que todo fue inútil, pero valió la pena lo efímero y raudo con que se pasó la vida).