Mauricio Carrera
La Conquista debía llamarse La Venganza o La Libertad. No fue Cortés (su dizque genio militar, su dizque genio político) quien hizo sucumbir México-Tenochtitlan un 13 de agosto, hoy, hace quinientos años. Su gloria, su relevancia histórica, debían medirse no por el reducido tamaño de su ejército sino por cómo fue utilizado por los reinos enemigos de los mexicas para vencer su imperio de sometimiento y de tributos. Unos buscaban la emancipación y otros las riquezas.
Hay que decirlo: Cortés fue un traidor (a Diego Velázquez, a Moctezuma), un enorme derrotado (en la Noche Triste), un evidente fracasado (sus expediciones a California y las Hibueras), un hombre afín a las matazones y a las violaciones, acaso un asesino de su propia esposa y un obvio asesino de un joven tullido de los pies (Cuauhtémoc) y de un tlaxcalteca que se le oponía (Xicoténcatl).
A su causa conquistadora, más que a sus propias armas, abonó la viruela y los miles de guerreros anónimos de diversos señoríos indígenas que lucharon contra los nahuas, los acolhuas y los tepanecas. La culpa es de los tlaxcaltecas, es cierto. Cuautláhuac (águila que surca el agua), a quien hoy llamamos Cuitláhuac (lugar de los excrementos), dejó de perseguir a los sobrevivientes españoles en su desastrosa huida a Tlacopan por temor a dejar desprotegida México-Tenochtitlan ante el ejército tlaxcalteca que rondaba.
Tlaxcala terminó por triunfar. Tanto así que su territorio y usos y costumbres fueron respetados durante la Colonia. Los demás fueron sometidos en una historia de abusos, explotación, racismo, marginación, que aún perdura. Civilización y barbarie. Es cierto, somos eso, un idioma común, un sincretismo, una cultura que sólo importa en los discursos y no en los presupuestos, una raza de bronce donde impera la pigmentocracia blanca, una nacionalidad contradictoria y orgullosa, una nación donde los indígenas son y seguirán siendo los más pobres, los más olvidados.
No hablemos de eso. No caigamos tampoco en creer que el universo prehispánico era paradisiaco, pulcro o ideal. Pongamos las cosas en su sitio. Me atrae la gesta cortesiana, desde sus infidelidades en Cuba hasta haber vencido de milagro en Otumba y haber sobrevivido a tanto, pero es la visión de los vencedores, la labor de los cronistas, sus Cartas de relación y el peso de la historia occidental.
Se olvidaron los otros nombres, los de sus aliados, los de los guerreros indígenas que pelearon en primera línea de lucha sus guerras, y los de los meshicas –fuera de los dos tres consabidos de siempre- que lucharon por defender lo suyo.
Ese 13 de agosto de 1521, era un martes y llovía, México-Tenochtitlan claudicó por el hambre, las enfermedades, el agotamiento, reducida su defensa en un pequeño sector de Tepito. No hay mucho qué celebrar o de qué enorgullecerse. Surgió de ahí el México desigual y pobre que aún conocemos.