Mauricio Carrera
“El talento es más erótico cuando se malgasta”, escribe Don DeLillo. Tiene razón. Lo he malgastado con creces hasta casi no quedar nada, sólo un par de ideas para microficciones y algunos versos que por obligación aplaudirá la amada.
Me he convertido en libros, en un remedo de mis mejores épocas y en un evidente desinterés por los moralismos, el aburrimiento, las inquisiciones, las purgas y las mujeres celosas. Sé que mi país no tiene remedio, tampoco el egoísmo humano, su violenta indecencia.
Paso los días en la lúcida resignación de que no alcanzaré ninguna gloria literaria, conyugal, deportiva, monetaria o transnacional. Lo que se malgastó, se malgastó.
La edad la llevo digno y apartado de las faltas de gusto y de ortografía. Me la he pasado bien, me empeño en creer mientras leo por ocio y me rasco la panza en mis ensoñaciones de hombre y escritor. Me vale madre el deber ser. Sólo el tiempo, al recordarme su irremediable paso, me hace dudar. Es el gran aguafiestas.