Mauricio Carrera
Mi pesimismo es cínico. Se funda en una carencia, el sinsentido de sobrevivir una vida que a final de cuentas se muere, pero se admira y regocija de las prestigiadas lunas de octubre, del emancipado gusto por las albóndigas en chipotle, del rejuvenecimiento de mi piel en la alcoba de mi amada, del saber que las estrellas existen sin que nadie las vea, de la divina estética del bolero y el chachachá, de la solemne alegría de los atardeceres en la playa, de las caras chistosas que mi hijo y yo hacemos porque la vida no es para tomarla en serio, de la lucidez de la literatura cuando es buena, de la imaginación vencedora de la escueta realidad, de mi optimismo como una infancia cómoda o como una vejez resistente al achaque y las desilusiones