DIARIO DE ANTHONY
1:00p.m. Supongo que me ha llegado la hora para decírtelo, hablarte sobre todo aquello. Pero antes, ah, creo que mi cuerpo se me ha curado un poco más; es por esto que te estoy escribiendo.
Mis conflictos emocionales “mezclados” con un dolor físico y real que los ocasionaba. ¿Por qué? ¡Tanto tiempo! Jamás pude soportar el tercer mundo, y el calor y la suciedad, la pobreza, toda la inmundicia de las casas, de las calles, de los edificios… ¡Yo fui el que siempre estuvo “loco”, no ellos!
Sólo el que lea todos mis cuadernos podría entenderlo un poco. Todo esto que me sucedió… ¡todo lo que dije y escribí! Y, veo, ya no se trata de mí, ¡se trata de una persona!
Pero, como el mexic-ano siempre fue así; su vida valía nada, así que yo no importaba NADA porque era un mexic-ano.
Y no sé qué decir. El conflicto emocional que tengo hacia mi madre. Es que yo fui un bueno para nada. Nunca pude valerme por mí mismo y… Sentí que la culpa se la tenía ella por haberse casado con un hombre moreno, no muy alto, y feo.
“Ser indígena es feo”, pienso, según yo. ¡Para qué ser hipócrita! Pero el problema es que lo que me ha sucedido, al final de cuentas, me hizo ver que negro o blanco, mestizo o indígena, mexic-ano o lo que sea, ¡todo era horrible por igual! Porque entonces hoy me sentí liberado de todo ese dolor en mi espalda y estómago, y aunque mi nariz se me seguía obstruyendo; ¡ay! ¡Qué horripilante era el tercer mundo, el primer mundo, el ser humano; todo!
Y ya no lo podía entender. Mi dolor me había orillado a sentir y a pensar cosas que de otra manera ¡jamás habría yo sentido o pensado! ¿Y ahora qué me quedaba? Si yo no era más que ruinas.
Todas las veces que fui a mérida y cuando en las calles me topaba con pura inmundicia… ¡solamente me preguntaba por qué todas esas gentes no se quejaban! Iban y venían como peces en el agua, sin inmutarse, ¡de la manera más natural! Mientras tanto los putos blanquitos estaban en sus casas encerrados, o tal vez estaban de viaje, sí, pero no sufriendo entre las asquerosas e inmundas calles de mérida.
Y yo me odiaba. Caminar entre los putos turistas quienes disfrutaban comiendo dentro de un restaurante, o los blanquitos que venían del centro del país o de otra parte de latinoamérica, y yo ni siquiera podía ser uno de esos pobres imbéciles que trabajaban en uno de esos malditos establecimientos que no eran más que una forma de esclavitud actual. ¡Uay! ¡Qué miedo!
Ellos ahí, en una de esas tiendas horribles, como imbéciles detrás de un mostrador, vendiéndose al mejor postor, o sea a sus patrones. Y yo no podía identificarme con ellos, porque ellos eran chaparros y yo no.
Nunca pude ir a ninguna parte. Todo me daba miedo, pero no sabía el por qué. Y solamente es hasta hoy que lo he sabido, porque el dolor se me ha deshecho. De todas maneras, nunca creí que fuese a llegar este día, ¡porque lo había esperado tanto!
Y aunque no tengo vida; ¡vaya!, ni siquiera tengo un puto teléfono celular con todas esas porquerías, no lo sé. Años atrás no hice más que visualizarme en algún puto empleo esclavizante, con esos salarios para sobre-vivir como perros o peor que perros… ¡Por qué el puto mundo es así!
Dinero, dinero, ¡puro puto dinero! Recuerdo los días en que creí que lo que me preocupaba era precisamente la puta falta de dinero. ¡Cómo chingados iba yo a entender lo que me sucedía, si todo lo que yo veía me desquiciaba! Todo el tercer mundo y su clima, toda la inmundicia y las personas creadas para co-habitar en ello… ¡Cielos!
El dolor, el dolor, ¡el puto dolor! Cuando veo a Pancho Villita, o a Emiliano Zapatito, dos personas “morenas y sucias”; cuando veo a Porfirito Díaz o a ese mariquita de Adolfito L. Mateos; uno fue blanqueado por su esposa, pero conservó su puta esencia de indígena, y el otro era un criollito que sufría de fuertes dolores como los míos, sí, más o menos; ¡cielos! ¡Pero todos eran unos putos mexic-anos sin identidad verdadera…
¡Ay! ¡Cómo me habría gustado ser así, estar en uno de esos asquerosos empleos, sirviendo a los blanquitos o a los putos europeos, o a la “white trash” de los united states, ¡pero sirviendo! Al fin que para esto “hemos nacido” los inditos o mestizos como yo… ¡Maldito Anthony Smart! Gua. ¡Qué cerebro el tuyo! ¡Cómo le haces para escribir tanto, pedazo de maricón…!
Oh, madre, ¡lo que to habría hecho, si tan solo no, si tan solo no…! Y tú, Goethe, vete a chingar a tu madre, patricio de porquería. Porque la vida está llena de miserables como yo, y si no me creen pues pregúntenle a Tolstoi. Ese puto que vivió, sí, y que ahora, ¡bravo!, ¡todos los imbéciles lo nombran como un grandísimo escritor! ¿Y qué fue lo que él escribió? ¡Acaso no la puta vida! Sí, ni más ni menos.
Anthony, ¡qué pequeño te queda éste puto mundo! Viviste y sufriste como ninguno otro, ¡pero tú jamás te detuviste, porque tu alma no era VULGAR, en lo absoluto! Pero ya me ves. A cambio tuve que volverme loco y lo peor; vi cosas que jamás nunca nadie ha de ir a ver, porque no pueden, y aunque quisieran no podrían. Y todo esto no fue más que LA PURA PUTA REALIDAD.
Y comála-méxico siempre va a ser lo que es, un país habitado por puros espectros. Un páramo, un lugar en el cual ya no puede crecer NADA. Justo como jamás ha de crecer NADA en mí, porque soy pura tierra árida.
Tuyo. S. Anthony
Abril/17/2017
Lunes 1:35 p.m.