Ramsés Ancira
Un mes antes de la fuga del Reclusorio Oriente, de dos secuestradores reputados como peligrosos, intenté ponerme en contacto con la Secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Mercado, para pedirle intervenir ante el mercado negro que duplica y triplica los precios de todos los productos en la tienda oficial, lo que resulta favorecido por la falta de agua potable en los bebederos.
Este mercado negro, puedo afirmarlo, no solo es consentido sino fomentado por las autoridades del gobierno de la Ciudad de México y la propia Patricia Mercado, quien ahora ve la paja en el ojo ajeno y acusa a los jueces de corrupción en la fuga de “El fugas”.
Es fácil buscar un chivo expiatorio. Siempre habrá un subdirector del que se pueda prescindir para justificar una situación, aunque en este caso es el propio Miguel Ángel Mancera y puntualmente Patricia Mercado, la responsable de la corrupción en el Reclusorio Oriente. Ellos saben y aceptan que el control esté en manos de los propios internos. Algunos de ellos realmente protegen y vigilan la seguridad de los reclusos, pero hay otros que los esclavizan para su propio beneficio, exactamente de la misma forma que los encomenderos sometían a los indios en Perú o en la Nueva España en tiempos de la conquista.
Víctor Manuel Cervantes es un indígena oaxaqueño que vino a la Ciudad de México con el objetivo de mandar algo de dinero, trabajando como taquero, a sus abuelos, ambos de 84 años de edad.
No es un joven ignorante, terminó la preparatoria y es aficionado a la historia, pero el color de su piel y su vivienda en el Estado de México no le permitió encontrar un trabajo mejor.
Dice Víctor Manuel que un día antes de ser aprehendido tuvo una inquietud extraña, un mal presentimiento. La paisana con la que se alojó esa noche le dijo que mejor no se fuera. –Tengo que ir a trabajar, respondió.
A sus veinte y pico de años, Victor Manuel no es mal parecido. Si acaso un enorme lunar en la sien le afecta el físico. Tal vez por eso le pareció muy natural que una jovencita lo abordara en el metro Chabacano y le pidiera ayuda con su mochila. Dos estaciones después, en la línea 9, está Centro Médico, donde el joven oaxaqueño tenía que transbordar para ir al puesto de tacos de Balderas, donde trabaja.
Ahí lo detuvieron. En la mochila de la joven se encontraban tres celulares robados. El abogado de oficio le informó que de acuerdo a los primitivos y salvajes usos y costumbres de las leyes mexicanas y el Código Penal del Distrito Federal, lo que más le convenía era declararse culpable, aunque fuera inocente.
La muchacha y un cómplice están ya libres. Víctor Manuel sigue preso y lo estaría por seis años si no fuera porque la Comisión de Pueblos Indígenas de la Secretaría de Gobernación fue avisada y ya nombró un abogado para que se consiga la fianza.
Aunque salga en libertad, el estigma de la cárcel y de los antecedentes penales ya no se lo quitará nadie. Ese es el sistema judicial mexicano, primero te encarcela y… ¿luego averigua? No, que va. Ya para qué. Claro, a menos que Víctor Manuel hubiera insistido en su inocencia, pero sin dinero ni para llamar por teléfono a Oaxaca, el proceso le hubiera costado al menos 3 años de cárcel.
Por supuesto, Víctor Manuel no puede comprar en la tienda cuya responsable última es Patricia Mercado, un refresco de lata de 20 pesos, un litro de leche de a 30, o litro y medio de agua en 25. Tampoco puede saciar su sed en los bebederos porque siempre están secos “Es que ya ven como está el problema del agua en Iztapalapa”, a lo mejor alega.
En su primer mes de prisión Víctor Manuel tuvo la suerte de contar con la relativa protección de El Grande, un famoso físico culturista que es hermano de un famoso ex funcionario de justicia cuyo nombre no me autorizó a revelar.
– Es mi problema. No tengo porque meter a mi hermano en líos.
Pero incluso El Grande mantenía su distancia con otros dos presos, custodios personales de un tercero, uno de los cuales era el capataz personal de Víctor Manuel y que le daba a guardar dinero y lavar tenis de marca, siempre bajo insultos.
Los zapatos tenis son como el cacao en la época precortesiana, una moneda de cambio. Son robados y canjeados por chanclas a los presos más débiles.
Cuando el sub director del penal fue enterado de la situación de Víctor Manuel lo puso bajo protección. Los dos jóvenes presos que hacen la labor general de vigilancia en el área de ingresos del Oriente, se acercaron hasta la celda, lo identificaron y le informaron que para él se acababa la fajina, el humillante trabajo de recoger con las manos la basura de las canaletas donde orinan por fuerza los presos. Usar los excusados de la celda está prohibido, porque se tapan, o porque hay que darle dinero a los que controlan las celdas, aunque ellos duerman en otras.
Antes de realizar la conferencia de prensa en el Centro de Comunicación Social para denunciar las violaciones de los derechos humanos en el Reclusorio Oriente, solicité una cita con Patricia Mercado para informarle. Me mandaron con su jefe de prensa. No quiero información, sino informarles, repliqué. La idea era no tener que esperar el largo camino de la recomendación de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, si se podía atajar antes, con voluntad política, la carencia de agua y el mercado negro dentro del reclusorio.
Entonces se fugó “El Fugas” y Patricia Mercado citó a una conferencia de prensa para echarles la culpa a los corruptos jueces ¿Cómo iba a ser responsabilidad del Gobierno del Distrito Federal?
¿Qué no ve usted que su titular se llama Miguel ÁNGEL y el emblema de la ciudad es precisamente un ángel?