Ramsés Ancira
En el grupo al que pertenezco en la Universidad Nacional Autónoma de México se ha hecho eco a una petición que circula en Change.Org pidiendo la destitución de Nicolás Alvarado como director de TV UNAM.
Esta no es nueva y ahora se revive, pero no por razones que me parezcan legítimas, sino por un artículo de Nicolás Alvarado donde expresa una opinión a contracorriente sobre Juan Gabriel. Ni siquiera la leí completa pero inevitablemente supe que hace alusión a “las jotas y las lentejuelas”.
Hace tiempo firmé la petición considerando que el Estado Mexicano debe privilegiar a los egresados de las universidades del Estado para dirigir las instituciones del Estado (Población, territorio y gobierno).
Es un asunto de congruencia porque la formación de la Universidad Pública te da una conciencia social, un compromiso con lo público, una idea de que la transformación es más rápida y de mayor alcance si se hace desde los colectivos y no por intereses legítimos, pero individuales (No digo que en la Ibero, de donde egresó Alvarado, no haya este compromiso con lo social, recordemos que de ahí surge el Movimiento 132, de ahí documentales como Presunto Culpable que hablan de la corrupción del Sistema Judicial Mexicano)
De que Nicolás Alvarado es poco afecto a trabajar en equipo, se encierra a estudiar de lo que va a hablar en público y no es afectuoso y espontáneo me han comentado colegas de Canal 22 que trabajaron en La Dichosa Palabra, el programa de televisión que lo hizo popular. También me pareció bastante esnob cuando discutió con su madre en Final de Partida, acerca de la nueva versión de La Guerra de las Galaxias. Tere Vale sostenía que la metáfora del bien contra el mal, era válida en todos los tiempos y circunstancias, mientras Nicolás mantenía que las cosas buenas debían quedarse como están y no revivir el pasado, ni hacer secuelas hasta el cansancio
Ahora bien, si hablamos de jotas y de nacos, entre los lentes blancos de Nicolás y sus corbatas de corazoncitos, pues habría bastante espacio para ello.
Sin embargo, y por otra parte, no fue el Canal de la UNAM el que utilizó para hacer este comentario. Lo que a él como persona no le guste es su problema, y peor para él si va en contra de las mayorías; pero había un tema polémico y él lo aprovechó como columnista para establecer un contraste a la canonización laica de Juan Gabriel y al negocio que para todos los medios representó la noticia de su muerte.
Entonces, que la dirección de TV UNAM, en mi opinión, debe ser ocupada por un egresado de la UNAM es una cosa; pero que se le juzgue por una opinión expresada en un medio privado, donde le pagan un sueldo aparte me parece que viola su derecho constitucional a la libertad de prensa, de opinión y de expresión.
Por otra parte Nicolás Alvarado está propenso al linchamiento haga lo que haga. Así ocurrió cuando le solicitaron y abrió un espacio en TV UNAM a la comunidad universitaria que solicitó pidió dar un posicionamiento sobre la reforma educativa; lo obtuvieron y lo primero que hicieron fue desperdiciar el tiempo hablando mal de TV UNAM y su director.
Me recordaron a Platón cuando describe la Timocracia, integrada por los hijos de los gobernantes y las clases pudientes, que dan por hecho derechos que jamás obtuvieron por sus hechos
Yo creo que las lentejuelas son parte del vestuario de cualquier espectáculo, incluso de muchos de Bellas Artes, incluyendo Ballet y Opera, que esto no es naco, y que en todo caso lo naco es chido, a veces hasta en la “familia peluche”. Pero que Nicolás opine diferente no me motiva a pedir que le quiten el trabajo sólo porque le creció la estigma por haber trabajado en Televisa.
Las cacerías de comunistas, de brujas, de televisos o de aztecos; de maestros de la SNTE o de la CNTE, de judíos por ser sionistas, o por ser izquierdistas, de masones por ser yorkinos, escoceses o del rito nacional mexicano, de jóvenes indolentes porque “son hijos de papi” o porque estudian en escuelas de gobierno, nunca son buena cosa.
Vamos, ni siquiera ser priista o egresado de la Universidad Panamericana los convierte en automático en saqueadores de las finanzas públicas y en profesionistas de dudosa reputación moral, aunque de entre sus huestes sobren ejemplos para caracterizarlos como tales.