Ramsés Ancira
Me cuenta el profesor de filosofía del derecho en la UNAM que en México solo el 2 por ciento de los delitos se castiga. No es cierto, quizá la estadística hable de los casos que llegan a proceso penal, y en estos, muchos son “pagadores” de delitos reales, pero que ellos no cometieron. Miguel Ángel es uno de ellos, la cámara de un Oxxo demostraría su inocencia, pero a la policía no le interesa la presunción de inocencia.
El verdadero delito de Miguel Ángel es vivir en Cuautepec, un jardín de las delicias para policías federales y “de investigación”. En Cuautepec se cosechan presuntos delincuentes, como manzanas de un árbol. Esto es así porque el gobierno del Distrito Federal no aplica programas para mejorar la zona, las nuevas generaciones están condenadas a perpetuar el crimen. En las primeras semanas que Miguel Ángel permaneció en el reclusorio oriente, tres de sus vecinos fueron asesinados, dos por presuntas venganzas, el tercero, un médico que atendió el parto de sus hijas, cuando intentaban robarle su auto.
Miguel Ángel es futbolista profesional, jugó en el Pumas Morelos y, después de una lesión, para varias empresas con equipo de futbol del Estado de México.
La razón por la que lo eligieron para imputarle un secuestro, es que caminaba por calles de Vallejo con una joven que no es su esposa. Juntos entraron a un Oxxo para comprarle cigarros a ella, él no fuma.
Horas antes Miguel Ángel acudió a una fisioterapia, en sus piernas llevaba las marcas de las ventosas. Su madre es una mujer piadosa que da clases de biblia en los reclusorios.
Ventosas, cámara de Oxxo y testimonio del fisioterapeuta deberían bastar para que Miguel Ángel quedara libre en horas. Pero antes fue subido a un vehículo en el que lo “emplayaron”, esto es, lo sujetaron con polietileno mientras lo asfixiaban y lo golpeaban preguntándole donde estaba el secuestrado.
Miguel Ángel razonó así con sus secuestradores, los cuales ignora si están en la nómina de Miguel Ángel Mancera o de Eruviel Ávila ya que él se encontraba en Vallejo y el secuestro fue cometido en Tecámac. “No les voy a decir lo que no se, y como no puedo decirles lo que no sé, mejor mátenme y acabamos con esto”.
La tortura terminó cuando Miguel Ángel aceptó decir que lo habían capturado manejando una camioneta a la que lo subieron después. En el reclusorio oriente conoció a Braulio, un muchacho de 24 años que se encuentra preso en la misma celda.
A diferencia de Miguel Ángel, Braulio no tiene ambos padres intenten su libertad. Es huérfano de madre. Antes de la prisión vivía en pareja con una señora que supera los 40 años, y la hija de ella, de unos 20.
A principios de año la mujer, a quien llama esposa aunque no acudieron al Registro Civil, lo presentó con un sujeto, días después este le dijo que si le podía guardar unas cosas en su departamento del Estado de México. El sospechó algo, pero como se lo pidió su mujer, aceptó.
¿Cuál sería la sorpresa de Braulio cuando lo que recibió fue a un hombre maniatado? Él se negó a recibirlo. Le dijeron que no había marcha atrás, o lo metía al departamento o matarían a su mujer y a su hija.
Dice haberlo tratado bien, le dio de comer y lo atendió hasta que llegó la policía y lo rescató.
En el reclusorio oriente recibe dos noticias que le atraviesan el corazón: En el interrogatorio sin huellas visibles que pudieran servir a Derechos Humanos, a su esposa le reventaron los tímpanos, piden 100 mil pesos para operarla. Su hijastra estaba embarazada (tal vez del verdadero secuestrador), tras la golpiza estaba a punto de abortar. Ambas están presas
Cuándo Miguel Ángel pasó de manos de la policía local a la federal le mostraron las fotos de un sujeto moreno conduciendo la camioneta donde transportaron al secuestrado. Lleva descubierto el brazo izquierdo, libre de tatuajes. El futbolista si lo tiene cubierto con tinturas, al estilo de moda entre muchos de su profesión.
Miguel Ángel comparte crujía con Francisco, un hombre que participó en el asalto a una casa de empeño, El Diamante, en la que se cobraban intereses 100 veces mayores a la inflación.
En ese asalto, Francisco, durante 20 minutos, tomó como rehenes a dos empleados. Miguel Ángel Mancera, entonces procurador del Distrito Federal participo en el operativo y le pidió liberar a los rehenes.
Mancera negoció con Francisco quitarle 40 años de prisión si se declaraba culpable, además de un secuestro y asesinato previo. Había un problema, entonces “El Cholo” pasaba indocumentados a Estados Unidos.
Ese juicio en Estados Unidos tenía documentos en inglés y el Ministerio Público consideró que era muy complicado traducirlos. Los desechó. A Francisco ya solo le quedan unos 99 años en prisión, a Mancera una campaña presidencial.