Luis Alberto García / Kiev
*Adolfo Hitler ordenó la “Operación Barbarroja” el 22 de agosto de 1941.
*Tropas agresoras obligaron al Dínamo de Kiev a jugar un partido mortal.
*Los soldados alemanes, humillados, cayeron 5-3 ante el llamado FC Start.
*La capital de Ucrania y Makar Ocharenko recuerdan el episodio trágico.
El 22 de junio de 1941, al conmemorarse el primer aniversario de la invasión a Francia por parte de Alemania, Adolfo Hitler rompió su pacto de no agresión con Iósif Stalin e invadió la Unión Soviética, iniciando una ofensiva como nunca se había visto, cuyo nombre fue “Operación Barbarroja”.
Fue tal la sorpresa que, un día después, al desplegarse simultáneamente el frente de ataque, éste abarcaba más de tres mil kilómetros de la región occidental de la Unión Soviética, en una ofensiva que, en sus primeros días, destruyó mil 800 aviones, consiguiendo una victoria tras otra.
Mientras Stalin dormía, los nazis avanzaban con su máquina de guerra, sorprendiendo, aplastando y liquidando cuanto encontraban a su paso: únicamente dejaban muerte, desdicha y destrucción, especialmente en Ucrania, un territorio de 600 mil kilómetros cuadrados de superficie, con vastos recursos petroleros y minerales.
Detrás de la Wehrmatch (Ejército de tierra), llegaban las temibles Einsatzgruppen (SS, brigadas especiales), comprometidas con la erradicación de civiles y militares considerados indeseables y enemigos declarados de la Alemania hitleriana que, luego de asesinar y saquear a la población civil, en Kiev, capital de Ucrania, tuvieron la ocurrencia de organizar un partido de futbol.
La jerarquía nazi creía que, por razones propagandísticas, un encuentro deportivo entre sus efectivos y un equipo local sería útil para la moral de los invasores y una muestra de la supuesta superioridad aria ante los invadidos, a quienes fácilmente se podría vencer y humillar.
El conjunto elegido para esa perversa escenificación fue el célebre Dínamo de Kiev, algunos de cuyos jugadores habían sido detenidos, enfermos y desnutridos luego de semanas de cautiverio, en lo que se consideraba una guerra ideológica y de ampliación del Lebensraum, el espacio vital tan deseado por Alemania, que ya había tomado Bélgica, Holanda, Noruega, Austria y otras naciones de la Europa occidental y central.
Durante la posguerra, poco se habló de aquel episodio, e incluso se pensó que era una leyenda y que no tuvo lugar, que era idea patriótica de los soviéticos; sin embargo, en Kiev vivió un personaje que participó en los hechos, que salvó la vida y vivió discretamente, guardando aquellos atroces recuerdos para sí mismo.
Su nombre fue Makar Oncharenko, quien creyó en aquello que resultó un engaño, pues el premio por ganar fue morir, al contrario de los que les habían prometido, de modo que los futbolistas del Dínamo jugaron para acabar fusilados sobre la cancha, a la vista de sus compatriotas que minutos antes los habían ovacionado, antes de que los soldados abrieran fuego.
La iniciativa la tomó el cuadro de los invasores, cuyos fanáticos -soldadesca uniformada con el general Kurt Eberhardt al mando- gritaban de entusiasmo, no obstante que el Start logró el empate, con un gol posterior de los alemanes, a quienes los dignos rivales remontaron para dejar el marcador 5-3 a su favor; pero llegó la hora de pagar con la vida.
Makar recordó alguna vez que el alto mando alemán cayó en pánico al ver cómo saltaban al césped los desafiantes jugadores ucranianos, a quienes no sólo había que vencer, sino, como escarmiento, ejecutarlos por soberbios, sin felicitaciones, sonrisas, ni apretones de manos.
El Dínamo se negó a jugar con ese nombre para no deshonrarlo, y por decisión conjunta, lo cambió por el de FC Start, -para enfrentar al Flakelf que alineó a la tropa y oficiales nazis-, reconocido hasta fines del siglo XX con una estatua y los nombres de sus integrantes, caídos digna y trágicamente la tarde del 9 de agosto de 1942, según dice la placa conmemorativa colocada en la sede del famoso club, orgullo de la entonces Unión Soviética, tan poderoso como el Dínamo de Moscú del arquero Lev Yashin.
Georgy Timofeyev, Ivan Kuzmenko, Pavel Komarov, Alexei Klimenko, Nikolai Korotkykh, Vasily Sukharev, Fedor Tyutchev, Mijail Putisin y Mijail Melnk son los nombres que figuran en la placa, excepto Makar Oncharenko, el sobreviviente que prefirió un anonimato que duró décadas enteras, oculto a sus compatriotas de la heroica Ukraniya (Ucrania en ruso), vecina de Rusia Bielorrusia, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Rumania, Moldavia y el Mar Negro.
La escultura tiene tres metros de alto, con los futbolistas de pie, tomados del brazo, aunque los hombres viejos y maduros dicen que el episodio contra los nazis nunca fue real, tal vez por tratar de olvidar un recuerdo traumático e infamante de la memoria de los ucranianos.
El 24 de agosto de 1991, Ucrania se convirtió en república autónoma ante la desaparición de la Unión Soviética, en tanto la grandeza del Dínamo de Kiev resurgía al paso del tiempo, con uno de sus antiguos jugadores como sobreviviente, ciudadano frágil y simbólico que, a sus noventa años en 2001, aún se negaba a confirmar la historia referida, tal como ocurrió en el estadio Zenith, en otra tarde épica de agosto, 59 años atrás.
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