A lo largo de su vida independiente, México ha desplegado una notable labor en el campo de la diplomacia, que ha consolidado al servicio exterior mexicano como uno de los escasos referentes de éxito de un servicio civil de carrera en nuestro país, pero también como una herramienta eficaz en la defensa de nuestra soberanía, connacionales, intereses, así como un instrumento certero para la divulgación de la doctrina y cultura mexicanas en el extranjero.
La distinguida trayectoria de la diplomacia mexicana parte desde los primeros momentos de la vida independiente de la nación, alrededor de las jornadas logrando el reconocimiento y estableciendo relaciones con potencias europeas hasta los esfuerzos tenaces del presidente Juárez en defensa de la independencia y soberanía no solo con las armas, sino también con la diplomacia, aquí destacan figuras como Matías Romero y Juan Antonio de la Fuente.
Durante el porfiriato el servicio exterior mexicano se consolidó y la imagen de México se proyectó alrededor del planeta, se reanudaron relaciones con Francia, Austria-Hungría y el Reino Unido, se establecieron con el imperio japonés en 1897, y las delegaciones extranjeras durante las fiestas del centenario en 1910, dieron cuenta de la presencia de México en el mundo. Con Don Porfirio se dio la primera reunión de un presidente mexicano y una gira internacional con la entrevista Díaz-Taft. Notables cancilleres porfiristas fueron Ignacio L. Vallarta e Ignacio Mariscal.
Es durante este periodo que se puede considerar el surgimiento de la diplomacia militar con el envío de oficiales del Ejército Federal a perfeccionar sus conocimientos a Europa, particularmente a Francia, como fue el caso de Felipe Ángeles y Manuel Mondragón, y la designación de los primeros attachés militares en las embajadas mexicanas, un ejemplo de ello fue el nombramiento de Vito Alessio Robles como agregado militar en Italia durante los gobiernos de León de la Barra y Madero.
La revolución supuso por causas lógicas, infinidad de incidentes diplomáticos y la lucha entre facciones por el reconocimiento extranjero particularmente el de los Estados Unidos, aquí fue preponderante la labor diplomática del Constitucionalismo y su primer Jefe Don Venustiano Carranza, quien sorteó dos invasiones norteamericanas y la presión alemana para que México se uniera a los imperios centrales durante la Gran Guerra.
La era posrevolucionaria constituyó una de auge para la diplomacia mexicana, haciendo de nuestro país un obligado referente de liderazgo regional, de respeto y prestigio en el concierto de las naciones, surgen aquí entre no pocos, las figuras de destacados diplomáticos como Isidro Fabela, Genaro Estrada padre de la doctrina que lleva su nombre y principio fundamental de la política exterior mexicana, Don Jaime Torres Bodet, Don Gilberto Bosques que salvó alrededor de cuarenta mil almas del fascismo europeo y ya de cara al cambio de siglo, Alfonso García Robles, premio Nobel de la Paz en 1982 y a Rosario Green, quien en 1998 fue la primera mujer canciller de México.
Es importante no olvidar tampoco a los intelectuales mexicanos en posiciones diplomáticas, es imposible en este espacio, mencionar a todos los diplomáticos y sus orígenes diversos. Durante este periodo México sobresalió como un determinado defensor de la soberanía y autodeterminación de los pueblos, así como garante de la política de asilo a los republicanos españoles, monarcas destronados, guatemaltecos, víctimas de las dictaduras sudamericanas y exiliados de todos los confines.
Pero el prestigio en la diplomacia mexicana lo han pavimentado no solo los miembros del servicio exterior, avezados políticos e intelectuales, sino también los militares que de manera comprometida han ocupado y ocupan las agregadurías militares en nuestras embajadas. Pero las funciones de los militares mexicanos en el exterior no se ciñen exclusivamente a la cooperación militar tradicional, la relativa a armamento o inteligencia, sino que se han constituido en genuinos embajadores en diversos foros.
México está presente con una compañía para operaciones de paz con los Cascos Azules de la ONU, en la Junta Interamericana de Defensa y la Conferencia de Ejércitos Americanos, pero también en ejercicios militares y maniobras a gran escala en conjunto con fuerzas armadas de países amigos. La diplomacia militar también la encontramos con los cadetes del sistema educativo militar marchando en el cuartel general de la Legión Extranjera en Auvagne, Francia o en la República Dominicana, en los ejercicios y competencias internacionales de fuerzas especiales en Sandhurst, Reino Unido o el prestigiado “Chimaltlalli” en el Heroico Colegio Militar en Tlalpan, así como con la presencia de becarios extranjeros en nuestras instituciones de educación militar. La camaradería con los agregados militares extranjeros acreditados en México, refuerza lo anterior, incluso están organizados en la Asociación de Agregados Militares, Navales y Aéreos en México A.C. Mención aparte pero no menos importante la constituyen los atletas pertenecientes a las fuerzas armadas y siempre al frente de nuestro medallero olímpico.
La diplomacia militar sella con broche de oro sus servicios, con la más bella de nuestras embajadas itinerantes, el “Cuauhtémoc” que no solo es el buque escuela de la Armada de México, sino que con justicia es llamado el “Embajador de los Mares” Su llegada a distintos puertos a lo largo y ancho del planeta representa manifestaciones de júbilo y orgullo.
Ante sucesos vergonzosos como lo es la conducta del cesado Leopoldo Michel Díaz en el Consulado en Shanghái, queda en contrapartida el desempeño de dignos representantes de México en el exterior, entre los cuales ocupan un sitio preponderante los miembros de la diplomacia militar mexicana, quienes con creces sirven a México no solo en misiones operativas y administrativas en nuestro suelo, sino con enorme dignidad en las embajadas y consulados allende nuestras fronteras.