Para Contar
Arturo Zárate Vite
Desde mucho antes de que el priísta Quirino Ordaz (Sinaloa) y el panista Antonio Echevarría (Nayarit) aceptaran invitaciones para sumarse al actual gobierno, ya se hablaba de que no duraría la alianza entre el PRI, PAN y PRD. La presunta contradicción ideológica la hacía parecer endeble, para romperse en cualquier momento.
Además, empezaba a verse más cerca el PRI de Morena que del PAN, por el origen tricolor que tienen militantes del actual partido en el poder. También se asomaba la debilidad del dirigente Alejandro Moreno Cárdenas, por los pendientes que dejó como gobernador en Campeche y la forma discrecional amiguera de seleccionar a sus candidatos para las elecciones intermedias de junio pasado. La división en el panismo agudizada con la salida de calderonistas en 2018 y el achicamiento perredista por el desprendimiento de importantes cuadros directivos.
Sin embargo, la triada consiguió mantenerse en el proceso electoral, aunque sin mostrar la fuerza que imaginaba para quitarle la mayoría a Morena en la Cámara de Diputados.
Pasadas las elecciones de junio, logró ponerse de acuerdo para abanderar agenda legislativa común. Incluso, dejó correr versión de que estaría lista para llegar unida a la elección presidencial de 2024. Generó preocupación en quienes gobiernan y quieren conservar el poder.
Con lo que no contaba la alianza “Va por México” fue con el error de senadores panistas que aceptaron reunirse con el líder de Vox, partido de la ultraderecha en España. Es un error que le van a restregar en la cara por mucho tiempo y en cada elección.
Desatino que pegó de lleno en la triada, porque si al interior de Acción Nacional causó molestias y deslindes, en el PRI y PRD optaron por reservarse sus comentarios, no tendrían argumentos para justificar acercamiento con la ultraderecha y mucho menos una carta contra el comunismo en un país que se considera democrático, respetuoso de las diferentes corrientes políticas.
Sería irrelevante a estas alturas una posición anticomunista cuando hace 40 años desapareció el Partido Comunista Mexicano. Los mexicanos nunca lo vieron como alternativa. El comunismo no es contendiente en la política nacional.
Dentro de este contexto, la alianza de tres partidos ha quedado prendida de alfileres. Pudiera conservarse por decisión cupular. El problema es cómo la valora ahora la sociedad con las patinadas de sus integrantes. Sería un doble error creer que la gente ignora o no se da cuenta de lo sucedido. También los militantes pudieran estar confundidos.
Una alianza en esas condiciones, con esas características y debilidades, en vez de ganar votos en las siguientes elecciones, podría restar posibilidades para recuperar poder.
Por si algo faltara, aunque se pretenda minimizar, es un hecho que la decisión tomada por los gobernadores salientes de Sinaloa y de Nayarit, de aceptar la invitación para incorporarse a la Cuarta Transformación, acerca la alianza a la fractura.
La situación está complicada para la triada en la Cámara de Diputados. Así como los dos mandatarios estatales se subieron al barco de la 4T, también diputados podrían hacer lo mismo y votar por proyectos que proponga Morena, la mayoría legislativa.
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