homopolíticus
- Pacto de Sangre
Más de tres avemarías y padrenuestros necesita Cuauhtémoc Blanco para no sufrir las torturas del remordimiento, que es lo que realmente le cansa.
Contrición, le llama el obispo Ramón.
Pero como hermanos que somos todos, a solicitud de él, pidámosle una disculpa pública, y aceptémosela. Eso dijo a reporteros que dan cobertura a la Cámara de Diputados: «Espero que toda la gente que me ha tirado, salga y me pida una disculpa».
Llegó el señor Blanco a Cuernavaca en 2015, violentando la ley. En tres años no hizo nada bueno, sino todo mal y malo. En 2018 se sentó en Palacio de Gobierno, encima de la Constitución.
En seis años se incrementó como nunca antes inseguridad y violencia. Feminicidios, desapariciones y homicidios, además de robos con violencia, se contaron por cantidades industriales, por lo que, contra prueba fehaciente, se habría institucionalizado el delito.
Las extralimitaciones gubernamentales y los desenfrenos patrimonialistas es muestrario de obras y acciones desértico, contra faltantes de dinero federal y estatal, bancarizando los ahorros de dinero público como si fuera privado.
El ataque contra la integridad sexual de su hermana de sangre que lo trae enojado y lo tiene cansado, es colofón de la sucesión de actos hasta ahora sin consecuencias legales, como si la metafísica Ley de recompensa estuviera durmiendo, cuando no descansa ni olvida…
letraschiquitas
Sin pruebas irrebatibles del deceso de la señora Isabel Miranda Torres, comúnmente conocida como señora Wallace, lo que ha ido documentado el periodista Ricardo Raphael con investigaciones personales, el asunto sería de espanto***. El espanto, entre curanderos tradicionales, es una enfermedad causada por un susto. Si hay mujeres y hombres que mueren de amor —enferman del mal de amores—, como propone el doctor Francisco González-Crussí en su obra La enfermedad del amor, también los hay de susto —nada qué ver con el mal de ojo—***. Como el pacto de sangre de origen africano encontrado al interior de una casa donde buscaron al exfuncionario Dionicio —«El que se consagra a Dios»— Emmanuel —«Dios con nosotros»— Álvarez [foto] —sustraído de la acción de la justicia por un pitazo—: ni altar, ni brujería, ni satánico, ni santero… sino de protección política que no sirve de nada.