Siempre quise escribir en la oscuridad, en donde no pudiese yo verme, sino que solamente todos mis pensamientos ya caducos todos. Una y otra vez, la lucha de todos los días… Otra vez sentía querer “matarme”, más ahora mismo cuando ya se había hecho de noche.
Había estado sentado, aquí, con la luz apagada, y pensaba, sentimientos infantiles míos… Maldito dolor… No me he puesto agua de mar en todo el día, solo el humectante que… Ya no quiero escribirte, solo quiero matarme.
Cuando estoy en la oscuridad, como hace apenas diez minutos, pienso y he pensado… Ahora que te escribo… Solo quiero matarme. Ya todo ha caducado… Y solamente me visualizo… Solamente me invento la escena aquí en mi mente. Es Tony, y ha muerto. Era un joven único y especial. Tenía un algo, en su persona, que solamente nunca pude llegar a descifrar qué era.
Quizás y era la desgracia, sí, el haber nacido para solo sufrir y ser agredido; sí, quizás y era este “aquel algo” lo que me llamaba muchísimo de él la atención. Sabía, ya sabía que para él la vida se había terminado en aquel instante en que la vida misma y el destino lo escogieron para así entonces hacerlo un muerto con vida, o quizás algo peor… Ya no había salida y mucho menos manera para escapar, todo había sido vivido, y esto ya nada ni nadie lo cambiaría, o peor aún, ya nadie lo podría borrar de su mente tan atrofiada.
Todo había sido dolor y nada más que esto, y también la incredulidad. Por un lado estaban los que lo habían burlado y humillado, los que se habían reído de él, y, por el otro lado estaban los que lo habían “amado”, admirado y respetado… ¡qué más daba esto justo ahora mismo! Vida yo nunca tuve y, ahora lo sabía, tampoco la tendría. (Sentía ganas de llorar)
Me daba ya igual… Recordar lo poco grato que había sucedido con todas aquellas personas ya no me levantaba los ánimos, ya no me daba fortaleza, como en otros tiempos. Ya era tarde, todo se había acabado, ya nunca más volvería a intentar nada, ya nunca más volvería a…
Todo se había acabado. Y el dolor, cada vez que yo pensaba en querer hacer algo, enseguida el maldito dolor y el recuerdo de todo el pasado volvía a mí para solamente hacerme ver lo absurdo y estúpido que ahora resultaba cualquier cosa, ¡todo!
Todo absolutamente todo había caducado ya, y mis dizque progresos… ¡Maldita sea! Ya solo quería matarme, de verdad.
Pero… ¿y aquella asquerosa historia que yo siempre quise escribir…? Mierda. Esta historia no era otra cosa más que el relato de un imbécil, yo, a quien la vida jamás quiso y a quien torturó hasta el cansancio, hasta convertirlo así en el ser humano más desgraciado…
Y ya no quedaba consuelo. Recordar a Bill ya no me… Recordar a Bill ya no… Dolor. Recordar a Bill había dejado de infundirme fortaleza. Yo ya no tenía fuerzas ni siquiera para, ¡una vez más!, volver a recordar los momentos que con él yo compartí. Y por el otro lado, recordar a Bill, maldita sea, siempre implicaría tener que ubicarme en ese maldito tiempo, en ese entonces en el que… yo no sabía lo que ahora mismo sé.
Y cuando un día finalmente supe que yo sí estaba “enfermo”… y cuando un día lo entendí todo; y cuando un día me cansé,
¡HOY!, de toda esa lucha, mis progresos de salud habían dejado de importarme, habían dejado de hacerme sentir que sí había y que sí queda-ba ESPERANZA; ¡maldita sea la esperanza!
¡Tony…!, escuché a alguien llamarme. Yo volteé para ver quién me llamaba y, ¡era él! ¡Mi amigo! Aquel hombre que… ¡Maldita sea! Ya no me da resultado “inventar” o tratar de inventar lo que jamás sucedió y lo que yo siempre quise y soñé que sucediera.
Aquel hombre era, ¡por qué no!; había sido enviado por Dios para que cuidase de mí y, y también para que me devolviese, aunque solo fuese un poco, la vida.
-Tony, ¿en dónde has estado? Hace días que no te veo y, me has tenido muy preocupado, dijo.
Yo.- ¡Qué más da! Tú ¿cómo estás? ¿Todo bien?
Él.- ¿Perdón? ¿Qué fue lo que dijiste?
Yo.-Dije que si todo en ti está bien…
Él.-No. Lo primero que dijiste… ¿qué fue?
Yo.- ¿Qué más da?
Él.- ¡Eso!
Él.-Vamos… ¡qué sucede!
Yo.-Mierda… No querrás ir a querer recordarme mi desgracia, ¿verdad?
Él.-Es solo que…
Yo.-No, ¡ya no me digas nada! Ya no hay manera… Ni siquiera tu amistad puede hacerme sentir… Ya no puedo escapar con nada de mí mismo y mucho menos de todo lo que esto me ha dolido.
(Él me mira y sigue allí parado, sin saber qué decir).
Yo.- ¿Sabes? Un día de estos ya no me verás más…
Él.- ¿Por qué?
Yo.- Porque me voy.
Él.- ¿A dónde?
Yo.-A todas partes y a ninguna parte.
Él.- ¿Qué quieres decir?
Yo.-Eso, que me voy pero no del todo. Bueno, solo mi cuerpo. Mi recuerdo, creo, si así tú lo decides, se queda contigo.
Él.-Pero ¿por qué?
Yo.-Porque ya estoy cansado, y quiero descansar.
Él.-Pero… ¿No hay algo que yo pueda hacer para… para que te quedes?
Yo.-No. De hecho, cada vez que te veo yo solamente siento dolor. Te envidio, te envidio porque estás sano, y porque nunca has de ir a entender lo que es el dolor de verdad.
(Él me miraba…)
Yo.-La verdad es que te odio. Te odio a ti y a todos los que no tienen mi enfermedad, y también a los que no… Olvídalo.
Él.-No, dímelo. ¿Qué es lo que ibas a decir?
Yo.-Bueno, amigo, me tengo que ir… Si alguna vez tú me amaste, bueno, no soy yo quien para culparte. La verdad es que no lo entiendo. De repente un día dejé de creer y, y entonces todo se terminó.
Yo.- Oye.
Él.-.Sí, dime
Yo.- ¿Por qué no me haces un favor? ¿Por qué no escribes y le cuentas al mundo la amistad que hubo entre tú y yo? Creo, creo que de esta manera tú podrías, aunque solamente sea un poco, devolverle un poco de sentido y dignidad a toda mi asquerosa existencia. ¿Lo harás?
Él.-Pero Tony…
Yo.- ¿Lo harás? ¡Sí o no!
Él.- ¿Cuándo te marchas?
Yo.-No lo sé. Un día de estos. No lo sé.
Él.- Tu decisión ¿es irrevocable?
Yo.- ¡Faltaba más! ¿Crees que bromeo?
Él.- Es sólo que… No lo entiendo. Si tantas veces dijiste amarme y admirarme… ¡Por qué entonces me haces esto!
Yo.-Vamos. Tú sabes que… ya es tarde.
Él.-Pero… ¿por qué no me das una oportunidad?
Yo.- ¡Una oportunidad para qué!
Él.-Una oportunidad para… para hacer todo lo imposible por borrar de tu mente todo lo sucedido.
Yo.-Ja ja ja. No hay manera. ¡Es que no lo entiendes! Maldito seas tú, y… Perdóname. Estoy muy resentido.
Él.-No. Tú perdóname a mí. He sido muy egoísta al pedirte que te quedes, cuando yo nunca y ni de asomo he de ir a poder ponerme en tu lugar. ¡Perdóname!
Yo.-Te pido que lo olvides. Y dime… ¿sí se lo contarás al mundo?
Él.-Sí. Te doy mi palabra de que sí lo haré.
Él.-Y ¿qué título quieres que le ponga a la historia?
(Yo… miraba… Miré al cielo, primero, y luego a las personas que por las calles iban y venían. Él me miraba…)
Yo.-Tony busca… Tony busca… Quiero que lo titules: Tony busca un milagro. ¿Está bien?
Él.-Será como tú digas.
Yo.-Bueno, amigo… Ha sido un placer haberte conocido. No importa a donde yo vaya o no, tú siempre vas a ser parte de mí. ¿Lo has entendido?
Él, con una voz lastimera ysuplicante.-Tony… no me dejes, por favor. Me he acostumbrado tanto a ti.
Yo.- Ese ese el problema. Nunca debiste de… ¡Maldita sea! Tú no me amas.
Él.- ¡Claro que sí te amo! Te amo… Te amo como, como…
Yo.- ¿Como al hijo que perdiste? ¡No quiero ser el remplazo de nadie!
Él.-Yo…, balbuceó. ¡Qué grosero has sido conmigo!
Yo.-Vaya, ¡ mira nada más! Ahora el señor está indignado. ¡Qué mierdas sigo haciendo frente a ti!
Él.-¡Tú dímelo!
Yo.-¡Fuiste tú quien me hablaste!
Él.-¡Eres un maldito pedazo de porquería!
Yo.-¡Siempre lo supiste!¡Qué te sorprende ahora!
Él, (Con voz suplicante otra vez).-Tony… ¡por qué! Maldigo a los malditos que te hicieron daño. Mírate, ya ni sabes…
Yo.- ¿Quién soy?
Él.-Dios… Si tan solo pudiera… borrar de tu mente todo el horror de los recuerdos. Entonces yo sería muy afortunado al tener en vida la compañía y amistad de un ser tan hermoso y valioso como tú.
Yo.-Pero no puedes.
Él.-Y devolverte así la sonrisa a tus labios, y la vida a tu rostro, a pesar de la enfermedad que te causa dolor aquí.
Yo.-Pero no puedes.
Él.- ¡Claro que sí puedo! O me dejo de llamar Don Utopía.
Yo.- ¡Maldito seas! ¡Me has engañado!
Él.- ¡No! ¡Eres tú el que ha querido engañarme a mí! ¡Tú sí eres real! ¡Tú sí existes!, en cambio yo no. Y aunque a veces me sueñes real, ¡sabes perfectamente que jamás sucederé!
Yo.-Vamos… ¡No me digas esto!
Él.- ¡Es la verdad! ¡Mírate! Aquí estás, sentado, como un perfecto idiota, escribiendo toda esta asquerosa historia de un hombre mayor que le pide y ruega a un joven perdedor y perdido que por favor no se mate.
Yo.- ¡MALDITO SEAS!
Él.-Gracias.
Yo.-Y… Y… (Ya no encontré otra cosa qué decirle para tratar de hacerlo sentir mal)
Él.- ¡Tony!, eres demasiado bueno para pretender ser malo.
Yo.- ¡Cállate!
Él.- ¡No eres tú! ¡Es tu enfermedad!, el dolor y el recuerdo de todo lo sufrido.
Él.-Tony (dijo, con voz reconfortadora, y siguió hablando). Nunca pero nunca dejes, te lo suplico, de soñar conmigo. Jamás nunca te des por vencido-.
Yo.-Pero es que… ¡Esto duele! ¡DUELE MUCHO!
Él.- ¡Pero yo estoy contigo! ¡AQUÍ A TU LADO!
Yo.- ¡ES MENTIRA!
Él.-No, ¡NO LO ES! No si tú lo crees.
Yo.- (con voz de esperanza y desesperanza).- ¡¿ALGUNA VEZ VENDRÁS DE VERDAD?!
Él.-Tony… no lo sé. Pero nunca dejes de esperar-me. Y nunca dejes de soñar-me. Y lo más importante, ¡ESCUCHA! Nunca pero ¡NUNCA DEJES DE NECESITAR-ME! No importa sí sientas que ya todo se terminó o que ya nada tiene sentido; ¡¿ME ESCUCHAS?! ¡Óyelo bien! NUNCA PERO NUNCA DEJES DE BUSCAR-ME. Y si tu dolor te impide buscar en el mundo real, entonces, ¡ENTONCES SOLO CIERRA TUS OJOS Y ALLÍ VOY A ESTAR! ¡¿Lo has entendido, Tony?!
Yo.-Sí, señor. Cada palabra.
Él.-Buenas noches entonces.
Yo.-Buenas noches. Hasta nunca.
FIN.
ANTHONY SMART
Enero/19/2014