Norma Meraz
En el México guadalupano, constitucionalmente laico, con un gobierno cristiano, se extiende un manto de violencia que registra 33 millones de delitos en estos primeros 9 meses de este año 2019.
De acuerdo a datos oficiales, solo dos millones de esos delitos se denuncian y el 99% de los casos quedan impunes. No hay confianza en la justicia.
La fuerza de los cárteles de la droga que operan en nuestro país es cada vez más robusta, dando saltos brutales para retar a las fuerzas armadas del Estado.
Luego de vivir una semana trágica con enfrentamientos entre el crimen organizado y las fuerzas federales en Michoacán, Guerrero y Guanajuato sucede una jornada inédita en Culiacán. El Cartel de Sinaloa desafía con gran contundencia a los militares; ¿el motivo?: evitar que se cumplimente una orden de aprehensión provisional con fines de extradición girada por un juez federal para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de Joaquín Guzmán Loera (a) “El Chapo”.
En medio de un mar de declaraciones tardías y contradictorias por parte del secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, el Ing . Alfonso Durazo Montaño, acerca de lo acontecido en Culiacán, quien da la cara a la opinión pública es el General Secretario de la Defensa Nacional Luis Crescencio Sandoval. Asume que fue un operativo fallido pues se desestimó la capacidad de respuesta del Cártel de Sinaloa.
Lo obvio no merecía mayor explicación. El Cártel ya había abierto las puertas del penal de Aguaruto, permitiendo la fuga de 55 reos –en su mayoría de alta peligrosidad–; había encapsulado la ciudad, bloqueando todos los accesos y, además, había rodeado la zona habitacional de la 9a. Zona Militar con la amenaza de que, si no soltaban a Ovidio Guzmán, incendiarían las casas de los militares con todo y sus familias.
Ante esta situación de emergencia, el Presidente Andrés Manuel López Obrador gira la orden de soltar al detenido con el afán de salvaguardar la vida de los civiles amenazados por los narcos.
Sin embargo resulta un tanto incomprensible que afirme el Presidente que no estaba informado, y que cuando se da por enterado es cuando ordena que suelten a Ovidio Guzmán.
Cabe preguntarse: ¿quién dio la orden de llevar a cabo el operativo? No era un operativo cualquiera, dada la importancia del perseguido.
¿A quién le interesa capturarlo?
¿Tal vez a la DEA de Estados Unidos? Porque “casualmente” miembros de esa agencia norteamericana estaban en Sinaloa días antes del asalto. Se habían reunido con el gobernador Quirino Ordaz, quien hasta hoy permanece con la boca sellada.
Bien sabido es que la DEA, desde siempre, peregrina por todo el territorio nacional y guarda buenas relaciones con algunos miembros de las fuerzas armadas, incluso con la Marina han colaborado en algunos operativos.
Quizá los militares estacionados en la 9a. Zona y la DEA –llamada las tres letras– consideraron que sería un operativo sencillo y no discurrieron informar a los mandos superiores, lo cual no es cosa menor.
Lo que sí es un hecho es que los errores tácticos de los militares mexicanos, en esta ocasión, permitieron que los sicarios en menos de media hora tomaran el control total de la ciudad y dejaran a los habitantes sumidos en el miedo ante aquel escenario insólito.
El interés por capturar al hijo del “Chapo” Guzmán es fundamentalmente del gobierno de los Estados Unidos, sin embargo, la tarea se la endosaron al gobierno de México. Otra tarea más que se suma a la de detener el flujo de migrantes indocumentados hacia su país.
México enfrenta hoy un nuevo tipo de sublime invasión norteamericana con el no desconocido interés de doblegarlo.
El Presidente Trump, con amenazas y truculencias, hace que Mexico se encargue de aligerarle la carga de problemas para que su base electoral lo apoye en su reelección.
Al día siguiente del operativo fallido en Culiacán el Presidente de Estados Unidos llama telefónicamente al Presidente López Obrador y seguramente no fue para felicitarlo por haber soltado al capo Ovidio Guzmán. Más bien se antoja que fue para reclamarle su decisión de dejar ir a su objetivo.
La verdad es que desconocemos el contenido de la llamada.
Oficialmente se informó que el tema de la insistente y tempranera llamada de Washington era para atender el tema del flujo ilícito de armas norteamericanas a México.
Se antoja una actitud inusual de Trump, pues el interés de este era la captura del narcotraficante.
Posteriormente, se concreta una reunión del embajador de Estados Unidos y miembros de la DEA con el Gabinete de Seguridad de México e incorporan al súper Secretario de Relaciones Exteriores Marcelo Ebrard en la sede de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana.
Ahí se concreta el compromiso de mantener reuniones quincenales de los dos grupos para llevar el seguimiento de los avances respecto de la disminución del flujo de armas estadounidenses a México, tarea por demás titánica, dada la porosidad de la frontera entre los dos países.
¿Por qué el Presidente López Obrador insiste en que desconocía lo del operativo? ¿No que en sus reuniones diarias con el gabinete de seguridad le dan el parte de todo?
¿Por qué no se informa de dónde salió la orden de captura de Guzmán López con un operativo tan raquítico?
¿Por qué el Presidente López Obrador no fue Culiacán a decirles a los delincuentes: “¡Ríndanse!”
Y ahora, ¿quién anda persiguiendo o buscando a los reos fugados?
¿Cómo es que el jefe de la policía de Sinaloa desconocía lo del operativo? ¿Quién se encargará, cuándo y por dónde de capturar a Ovidio Guzmán para cumplimentar la orden de captura para luego extraditarlo a Estados Unidos?
¿Quién quería hacer una pesquisa a hurtadillas?
¿Dónde se encuentra la verdad?
¿Cuándo se eficientará el sistema de comunicación gubernamental?
¡Digamos la Verdad!