La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Nadie puede matar la verdad, por ello, los objetivos son quienes la buscan
El lunes fueron asesinadas dos mujeres periodistas: Yesenia Mollinedo Falconi, quien fuera directora del portal El Veraz, y Sheila Johana García Olivera, camarógrafa de dicho medio.
El homicidio ocurrió en Cosoleacaque y como suele ocurrir, vinieron las condenas del gobernador Cuitláhuac García, quien en un tuit señaló, entre otras cosas, lo siguiente:
“Que le quede claro a quien no quisiera entenderlo, en Veracruz ya no hay ni complicidades ni se tolerará estas agresiones cualquiera. Daremos con los perpretadores de este crimen, habrá justicia y no habrá impunidad como lo hemos dicho y hecho en otros casos”.
Más allá de la pésima redacción, todo indica que al que no le quedan claras las cosas es al mandatario, de entrada, los criminales saben a la perfección que sus actos están fuera de la ley, no es necesario decírselo, lo que corresponde, es combatirlos.
Así pues, después de siete periodistas ejecutados durante su administración, el Cui continúa pensando que con declaraciones tronantes se va a disuadir a los delincuentes de que comentan sus fechorías, en este caso, matar comunicadores.
Lo que en realidad ocurre, es que las autoridades, de todos los niveles, no tienen la menor idea de cómo enfrentar el fenómeno, entendemos que no es sencillo, pero el problema de fondo es que los gobernantes se niegan, siquiera, a dialogar con los afectados, para el efecto, el gremio periodístico.
Todo se limita a encapsularse y catalogar la crítica, como ‘politiquería de los conservadores’, sin admitir, ni por error, que no basta con la faramalla de reunirse a las seis de la mañana, esa propaganda no convence a nadie, siguen matando comunicadores y como se ha vuelto usual, no pasa nada. Se consumó la profecía: nos volvimos un país de cínicos.